Francis Millet

Francis Millet

viernes, 22 de mayo de 2015

El arte fuente de sorpresas






 

 

En el arte, como en el amor, tiene que existir atracción para que surjan los sentimientos. El artista con sus obras quiere conseguir un lenguaje con el que atraer al público y transmitir emociones. Todo trabajo es un diálogo que se inspira en la relación del hombre con el mundo y los objetos que le rodean. Pero el arte no se deja imponer reglas ni condiciones, es independiente, atrevido, y en muchas ocasiones acostumbra a sorprendernos con elementos inesperados que hacen más complicada la interpretación. En el arte todo tiene un motivo, todo tiene un significado, aunque sea difícil y complicado de entender.

 

Uno de estos artistas es el valenciano Nacho Carbonell, que investiga esa relación que el hombre tiene con los objetos y cosas. La inspiración es el hilo conductor en su obra. Este jóven diseñador expone estos días en el museo de Groningen, Holanda. Llama la atención  los materiales que emplea y el carácter experimental que presentan sus composiciones entre la ficción y la fantasía. No puedo decir que sean objetos bellos lo que veo, pero sí sorprendentes e incluso desconcertantes. Carbonell dice que le gusta ver los objetos como organismos vivos, que se comuniquen con el público y se salgan de lo cotidiano y de lo corriente. Esto último es la verdad de su obra, piezas que son únicas, con una propia identidad. Poseen también un lenguaje, pero su sistema de comunicación tiene unas reglas que no consigo descifrar de momento. Esto no es algo primordial y me dejo llevar por el asombro y la sorpresa. Sus atrevidas formas se adaptan perfectamente a las amplias salas del museo, a las que dan razón de estar. Algunos de estos objetos son verdaderamente, como dice el artista, organismos vivos en plena experimentación. Tienen movimiento, se crecen y se modifican dando vida a nuevas formas.

 
En la obra de este valenciano destaca también el reciclaje. Papel, plástico, tierra, hojas, son algunos de los materiales con lo que crea su colección. No hay límites en ellos, ni tampoco en sus diseños. La imaginación del artista es fértil y atrevida. Una de las obras expuestas, dos sillas unidas a lo que representa el árbol del que recibieron la vida, te enfrenta a su mundo y a sus ideas, su manera de ver el arte. No hay que buscar el sentido práctico del objeto, sino el mensaje y su significado. Para conseguir este estilo de crear Carbonell trabaja inspirado por el mundo de la naturaleza y los materiales. Pero no queda sólo ahí, pues los muebles son objetos vivos que crecen, se alargan y se extienden, y siguen dando vida a otros más. Lo observamos también en otra de sus creaciones, un gran saco, una especie de puf, al que van unidas con unos tubos de goma, unas figuras de animales inflables en reposo. Por el peso de quien se sienta en él y hacer presión, se impulsa aire a través de los tubos y las figuras se enderezan como si se despertaran. Es algo que te sorprende y al mismo tiempo te hace enmudecer. Otras piezas tienen la imagen de troncos huecos de árboles, que yo interpreto como nidos, un refugio, rincones interiores con un punto de luz. Este sorprendente artista experimenta siempre más allá de los límites fijados, en busca de esa libertad de expresión que para él es lo más importante. La exposición da a conocer como alguien que comparte su mundo personal, sus sueños, entregado al trabajo y fiel a sus ideas. Pero así es el arte, excelente, peculiar, curioso, extraño, sin reglas y hasta chocante, te puede gustar o sentirlo lejos, pero siempre llevará un mensaje, inspirará curiosidad y transmitirá emociones, aunque no siempre podamos entender su lenguaje.