Francis Millet

Francis Millet

domingo, 21 de marzo de 2010

Descubriendo a la mujer



Según ciertas culturas amazónicas, "existe una mujer que se inventa a sí misma, creándose a partir de cosas invisibles". Quizás estas palabras se pueden aplicar a todas estas mujeres que, queriendo ser ellas mismas, pusieron el carácter, la constancia y la decisión en el desarrollo de su talento artístico, desafiando imposiciones y diferencias que la marginaban. Durante siglos ha sido el hombre quien atraía toda la atención en el mundo del Arte, y en este caso en el de la Pintura.

Cuando visito un museo me sorprende siempre la escasa presencia de obras femeninas en sus paredes. En general, son contadas las exposiciones que han sido dedicadas exclusivamente a la muestra del trabajo de una sóla mujer. Lo curioso es que, según la Historia de Plinio, el descubrimiento del Arte de la Pintura se debe precisamente a una de ellas, que trazó mediante sombras el perfil de su amado sobre la pared. Sin embargo, para la mayoría parece difícil nombrar más de cinco de estas artistas que hayan dejado huellas a través de los tiempos. La realidad es que sí han existido pintoras pero sus obras han sido atribuidas a varones, maestros y preceptores que ya habían conseguido hacerse con un nombre y una posición, y en cuyos talleres podían desarrollar su capacidad. Algunas contaron con el apoyo de padres de mentalidad avanzada, y otras fueron aceptadas como damas en la corte, como Sofonisba Anguisola, donde encontraron facilidades para ejercer el arte con los pinceles. Una de las pintoras considerada con más talento fue Artemisia Gentileschi; sus obras son muy valoradas y se muestran en grandes museos, pero aún no ha habido nunca una exposición general de su obra completa.

La excepción está en el museo Frans Hals en Haarlem, Holanda, aunque para comprobarlo tengas que recorrer todo el museo hasta llegar a las últimas tres salas, donde se presentan alrededor de veinte lienzos de una de sus contemporáneas, Judith Leyster, nacida en 1609 en esa misma ciudad. No es una obra extensa, pero la artista no realizó mucho más de lo que conocemos ahora, aunque se ha descubierto más tarde, que algunos de sus trabajos habían sido adjudicados a la mano de su maestro Frans Hals. Así y todo fue la primera mujer que fue reconocida por el gremio de pintores como "maestro"; esto le daba derecho a tener un taller, recibir alumnos y vender sus propios cuadros. Fue llamada "estrella-principal", una estrella conductora que guia, inspirando en el Arte.

Ahora, para celebrar el cuarto centenario de su nacimiento el museo presenta esta pequeña exposición que nos da a conocer a una mujer atrevida en experimentar con sus pinceles y su técnica, certera en el trazo, combinando luces y sombras, líneas y color, escogiendo temas que la diferenciaban de las demás pintoras de su época al plasmar lo que entonces se llamó "figuras modernas", gente de su entorno, escenas domésticas, alegres, bebiendo y cantando, mujeres elegantes y hombres atractivos y seductores. Un ejemplo de esta conducta la encontramos en el lienzo La última gota, en el que dos hombres hacen alegremente buen uso de la bebida y el tabaco, ante la presencia atenta de un esqueleto, que con un reloj de arena parece advertirles sobre lo corto de la vida.

Uno de mis favoritos lienzos de Judith Leyster es "Jóven tocando la flauta". Delante de un muro sencillo y al mismo tiempo enriquecido de luces, algo descascarillado, donde cuelgan una flauta y un violín, un jóven, casi un niño, sentado en una silla con el respaldo roto, toca la flauta. El efecto de las sombras acalla el espacio, pero los detalles, el color rojo de la gorra, el blanco del cuello y en especial la mirada concentrada del jóven hablan de una composición valiente, y digna de una verdadera artísta de la pintura.

Valiente era sin duda Judith Leyster, que esperó su tiempo -unos once años en el taller del pintor y arquitecto Pieter Saenredam- hasta conseguir los privilegios de un maestro. Valiente y orgullosa de su trabajo y posición, nos muestra en su autoretrato a una Judith descansada y risueña, despreocupadamente sentada y vuelta al expectador, con un brazo sobre el respaldo de la silla. Vestida de una manera rica y elegante, adornada de costosos encajes que le dan un aspecto distinguido, podemos sentir sus emociones en el color, la suavidad y la transparencia de la piel. La elección de su postura, el movimiento, su actitud, la presencia de un ramillete de pinceles en su mano izquierda, nos presenta a esa mujer, valiente y orgullosa, que "se hace a sí misma" poniendo el carácter, la constancia y la decisión para desarrollar el talento; asertiva, pero que necesariamente habrá tenido que hacerse valer frente a las costumbres y prejuicios de su época. Casada y con cinco hijos, con toda seguridad tuvo que dejar de pintar y sólo se ha podido encontrar una acuarela con su nombre. *

· Curiosamente, durante la preparación de esta exposición, ha aparecido una nueva obra de Judith Leyster. Se trata de un bodegón; sobre una mesa un jarrón chino con tulipanes, lírios, azucenas y claveles, el fondo oscuro en contraste con la luz y el color de las flores. Firmado en el borde de la mesa: "Judith Molenaers, 1654". Llevaba ya diez y ocho años de casada.

jueves, 18 de marzo de 2010

A la busca del tiempo


Berthe Morisot 1841-1895

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Quiso

detener el curso del tiempo,
el deslizar por el trazado de los años,
las prisas inagotables
que arrastran en su caudal miles de latidos,
enfrentarse al invierno,
como los árboles desnuda,
estremecida con la caricia fría del viento
sobre su piel añada por el latir persistente
de un reloj acelerado que sigue impávido
su carrera en la búsqueda de las sombras
agotadas en el suelo.

sábado, 13 de marzo de 2010

In memoriam




En la muerte de un poeta queda lo trágico del destino
de aquellas palabras
que obligadas a una orfandad prematura de ritmos y formas,
no romperán el silencio,
ni dejarán ya huellas en el papel.

martes, 9 de marzo de 2010

El secreto de Giotto


¿Está todo dicho?

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Basílica Santa Cruz de Florencia

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Detrás de la fría luz
oculta la pupila presagios de dolor en la mirada.
Impasible el cielo
hace brotar en la herida noche un extridente grito,
preñando el aire de amenazadoras sombras.


foto:Reuters

martes, 2 de marzo de 2010

Muchacha en la ventana


Pintor: Salvador Dalí Domènech
Fecha: 1925



(recordando a Dalí)

Reclinada en la imprecisa ventana de la vida,
te haces aire para seguir el vuelo ensimismado
de tu alma que se desprende en el azul infinito
del silencio, y deja sombras enredadas en la fatiga.
Mientras, aún hay cosas sin hacer: una caricia
que no terminas de dar, palabras inacabadas,
un beso perdido en un rincón
y el tiempo, que derramado se va escondiendo
en el interior de la casa.
Hay cosas sin hacer, y ¡tanto que decirte! …