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Ningún gran artista ve las cosas como son en
la realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista. (Oscar Wilde)
No hay duda de que
el arte es una actividad del hombre. Con ella, además de mostrar habilidad y
talento, transmite sentimientos, da forma a una idea o muestra su visión del
mundo. De esta manera el arte es un medio de comunicación, lenguaje entre la
obra y quien la observa. Cuando hablamos del arte pensamos en algo hermoso, que
causa admiración e impresiona nuestro sentido estético. Es verdad que a través
de los años el concepto de lo que es bello en una obra de arte ha sufrido
diversos cambios. En la Grecia Clásica la belleza tenía como ideal las medidas
y proporciones del cuerpo humano, la elegancia y esbeltez de las esculturas, el
estilo de su arquitectura. En la Edad Media se destacaba lo espiritual y
religioso. Hoy día el acento está en la variedad y en el carácter intelectual
de la actividad artística. En algunos casos lo estético ha perdido el primer
plano.
Sin embargo, lo que
no es bello puede ser interesante, curioso y hasta divertido. En el Rijksmuseum
Twenthe, en Enschede, se expone hasta el 24 de febrero la obra de nueve
artistas, alumnos de la Academia de Arte AKI/ArtEZ, que emplean las nuevas
tecnologías para producir arte. En lugar de la pintura, el pincel o el lápiz,
estos artistas mediáticos, para dar forma a sus ideas y sentimientos, hacen uso
de vídeos, cámaras fotográficas, ordenadores, televisión e internet, todo
lo que va unido a un enchufe, según bromeaba en una entrevista el conservador
del museo y profesor de la Academia, Pieter Baan Müller. Este arte
surgió en los años sesenta con la llegada de la cámara de vídeo y la
televisión. Uno de los primeros en manipular imágenes de la televisión en
Holanda para crear vídeos abstractos fue Livinus van de Bundt, nacido en
La Haya en 1909, pintor, grabador y dibujante. Experimentaba con fuentes de
luces y sensibles materiales transmisores de luz, y se nombraba a sí mismo el
artista de la luz.
El nombre de la exposición,
Jugar al límite de lo imposible, ya nos dice que lo que vamos a
ver no es que el artista haga uso de un medio tecnológico sino que va más allá,
lo indaga, emprende la aventura y reconoce los límites del medio y los
traspasa. En realidad juega con él. Esto es lo que podemos
observar en el museo. El artista tiene una idea y la desarrolla, pero también
se puede decir que tiene una idea, se ocupa de ella y a ver qué es lo que pasa.
Un ejemplo lo tenemos en la manera de trabajar de Jan Mensen con el ordenador.
Pasando imágenes digitales de un programa a otro y de éste vuelve otra vez de
nuevo al principio, aparecen fallos que van cambiando la imagen original. Este
es el juego de Jan Mensen, que manipula los medios hasta saber donde
tiene que llegar para que la imagen se haga irreconocible. En el caso de Karin
Westendorp, su trabajo es un proceso de investigación y ensayo. El vídeo
que nos muestra el museo es el resultado de proyectar sobre animales, en lugar
de sobre una pantalla, lo que había grabado anteriormente. El efecto es
asombroso.
Los artistas son
siempre los primeros que adaptan las nuevas tecnologías a sus obras. Ya en el
siglo XVI lo hizo Alberto Durero utilizando la máquina de imprimir
para llevar al papel sus grabados de madera y difundirlas por toda Europa. Con
seguridad es uno de los primeros artistas que hizo uso de los medios modernos
de entonces. Más cercano a nosotros están el Dadaísmo y el Pop Art. También
aquí hay una inclinación hacia los nuevos adelantos en la tecnología, como es fotomontaje,
collage y performance.
La exposición ha
sido un descubrimiento. Ciertas cosas me divirtieron, otras despertaron mi
curiosidad y el asombro. En esta exposición hay una cierta complicidad entre el
público y el artista que presenta sus trabajos de una forma cercana, sin
impuestas distancias. Es más, te invita a hacer uso de tus sentidos para
conocerlas. La obra de Kees Aafjes, Amsterdam 1962, La mosca
española, una maqueta en poliéster, cobre y electrónica, pide a todo el
que se acerca a ella a acariciarla, y para que no pases de largo te habla en su
idioma, caramba, más por favor, me gusta, delicioso. Ante tanta
súplica no tienes otra opción que obedecer y ya no te parece un insecto tan
frío y desagradable. Patricia Paludanus, también alumna de la Academia, nos
deja manipular su trabajo, unos trazos grabados en láminas de plexiglás.
Girando la manivela de los armarios donde se encuentran expuestos podemos
variar la influencia de la luz que dará paso a nuevas formas en las láminas.
Hay más. Objetos en
movimiento, ordenadores que siguen su propia dirección, esculturas de luz,
vídeos sensibles al sonido y que reaccionan cuando te interpones entre ellos y
lo que proyectan sin que haya nada para impedirlo. La exposición me ha
reconciliado con este arte que hasta ahora sentía distante y sin el atractivo
suficiente como para volver. Ahora veo claro su finalidad, la comunicación
interactiva entre el público y la obra. Es el comienzo de nuevas posibilidades.