Francis Millet

Francis Millet

domingo, 25 de septiembre de 2011

Las ofertas de verano

en: http://alenarterevista.net/




Ha vuelto a habitar la ausencia,
a dotar perdones y sueños,
palabras que parecían dormidas,
sin apellidos
en la cuna del lenguaje.
Recuerdos, gaviotas, azules,
acordes que marcaron los pasos
naúfragos en un mar en desorden
entre quiebros de lunas y sombras sin nombre.


Me gusta el mes de septiembre. Tiene el sabor dulce de los membrillos y el color dorado cálido que nunca falta en la paleta de todo aquel que se siente artista. La llegada de septiembre me hace desear el fin del verano con el aire grávido de tormentas y rápidos chaparrones, la vuelta a la realidad que a cada uno de nosotros nos corresponde. Este ha sido un verano extraño de lluvias inesperadas y repentinos calores extremos, lunas redondas y empacho de bodas. Ha sido un tiempo de encuentros y de chiringuitos, de indignados y de políticos, de acampadas y de protestas, de dimes y diretes. Entre tanta oferta, a la ciudad le es difícil mantener el equilibrio para sacar de la rutina todos los que la visitan. Inmersa en el lenguaje y el ritmo que le impone esta época veraniega, tiene que mostrarse jovial y generosa de luz, con calles alegres y festivaleras, con bares y restaurantes según las últimas usanzas y tiendas de moda que enardecen toda pasividad.

Una manera diferente que la ciudad tiene para darse a conocer es el arte. Aunque el arte es aquello que establece sus propias reglas, según opina Friedrich Schiller, estas cambian con el paso del tiempo. Es por tanto un medio idealizado de transmitir ideas y tendencias y hacerte sentir emociones, acercándote por un lado a lo técnico y práctico de la obra, y por otro a la cultura, las costumbres y el ambiente, lo que es lo mismo que darte a conocer la vida y la historia de un país. Esto es precisamente lo que hace el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga; su misión es difundir el arte local y a los artistas contemporáneos.

Encontré este museo al final del parque malagueño, a los pies de la Alcazaba. Un edificio adaptado a sus necesidades pero conservando la estructura original. El patrimonio, que es la base del museo, está formado por más de 4000 obras de las que se han seleccionado unas 90 para exponerlas permanentemente. Su objetivo es mostrarnos la relación del museo con la ciudad en un recorrido por sus tres grandes salas. En la primera de ellas nos acerca su pasado desde la incorporación de Málaga a la Corona de Castilla, con dibujos, documentos, estampas y planos.

Esta sala expone también piezas de la colección desde el siglo XV al XVIII. Están presentes obras que representan al barroco con piezas de especial importancia y que se relacionan con el Dogma de la Inmaculada, como un estandarte del siglo XVII y una Inmaculada atribuida a Fernando Ortíz del siglo XVIII. La sala 2 está dedicada al siglo XIX, época de florecimiento económico, industrial y cultural de Málaga. El atractivo principal está en las obras de temas y lugares específicos malagueños como es La moraga, de Horacio Lengo, Los Gaitanes, paisaje de Federico Ferrándiz y Pidiendo auxilio, de Verdugo Landi. Hay un espacio reservado para el jóven Picasso. Pablo Ruiz Picasso solía acudir al Museo Municipal para realizar ejercicios de copias. Un ejemplo es Colón en la Rábida, realizada en 1895, para el que tomó como modelo una obra de José Ponce Puente, préstamo temporal del museo Picasso de Barcelona.

En la sala 3 encontramos lo representativo del siglo XX, formado por pinturas, esculturas, obra gráfica, carteles y fotografías. Merece especial mención la colección monográfica sobre Picasso con libros ilustrados, dibujos, cerámica y gráficos. En esta misma sala hay un espacio reservado a las diversas generaciones artísticas malagueñas en este siglo.

En estos días de verano hay una exposición temporal en el museo -Málaga en la pintura del siglo XIX- con la ciudad como protagonista. Volver a andar los paisajes y revivir costumbres a través de los diferentes óleos que la colección presenta, tiene para mí el suficiente interés para acudir al museo. Acepté su oferta sin reparos. Quizás es este deseo mío de poner imágenes a la ausencia, lo que me hace imaginar una literatura y dotarla de sueños y de palabras. Cada una de las obras expuestas tiene su propio relato. Con El fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert, en las playas de San Andrés y La llegada de Alfonso XII, de Herrera y Velasco tengo acceso a la historia. En Noche clara en la Caleta, de Muñoz Degrain, reconozco la voz de un tiempo que parece dormir entre quiebros de lunas y sombras y el crepitar del fuego en la playa. La Hoya de Málaga, de Denis Belgrano, me llena de nostalgia añorando los cultivos de antaño en la vega malagueña. El trabajo de artistas como Moreno Carbonero, Verdugo Landi, Herrera y Velasco, Emilio Ocón, Ferrándiz, entre otros, reflejan el ambiente, el entorno y las costumbres de la tierra, siempre en continuo diálogo con el espectador para darle a conocer la identidad de esta capital andaluza.

Salgo a la calle; allí me espera la realidad de un día que todavía lleva nombre de verano. Las imágenes que he visto, paisajes, formas, líneas y colores –las mismas que inspiraron a los pintores- cobran ahora movimiento y sonido. El ambiente en la ciudad, las prisas de la gente, el tráfico y el ruido están en contraste con el sosiego que encontré en el museo. El tiempo las ha hecho crecer en complicidad; son fieles a lo real y están abiertas a una nueva manera de percibir la vida.


domingo, 18 de septiembre de 2011

Nostalgia del Camino


Foto:  Salida de Santiago, caminando hacia Finistere


MADRIGAL A LA CIUDAD DE SANTIAGO
De Federico Garcia Lorca



Llueve en Santiago
Mi dulce amor
Camelia blanca del aire
Brilla entenebrecida al sol
Llueve en Santiago
En la noche oscura
Hierbas de plata y de sueño
Cubren la vacía luna
Miro la lluvia por la calle
Llanto de
piedra y cristal.
Mira en el viento desvaído
Sombra y ceniza de tu mar.

Sombra y ceniza de tu mar
Santiago, lejos del sol
Agua de la mañana antigua
Tiembla en mi corazón.