Me estremece la llegada del otoño, que se presenta despacio, sin prisas, tomando su forma y su sitio, deslizándose en nuestras vidas, apaciguado el deslumbrar primero del mutuo descubrimiento. Gozamos de la plenitud de nuestras sensaciones, avivadas por brotes de recuerdos, en la cumbre del camino que llevamos recorrido y esperamos con calma el comienzo del temido descenso. ¡Cuento contigo!, sé que
estás aquí, has estado siempre desde el principio, cuando el mar del sur hizo uno nuestros caminos. No necesito oír tu voz para sentirte, me enseñaste a escuchar en el silencio. Por eso abro mi corazón y dejo entrar a tu silencio, porque el amor, este amor nuestro, no necesita de las palabras.