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¡Qué empeño en volver, en imponernos tu dualidad,
ese afán de ir y venir repitiendo tus periódicas visitas,
el juego de dejarse mirar y desaparecer
con el temor de perderte en una completa entrega
y ese empeño en no querernos mostrar
el lado oculto de tu tristeza! …
¿No sabes que no podemos manipularte?
3 comentarios:
Me maravilla la reflexión y el tono de la poesía, como si la luna fuera nuestra compañera de infancia. Que lo es.
La imagen me recuerda a la que tengo puesta en La tierra de los árboles. Ya es casualidad: va de mares y lunas.
Un abrazo.
Tu luna, Pilar, es igual que un padre hembra. Un fluir fetal en la deriva quieta de las Madres, en donde nada puede oponer resitencia a la vida. Y el que la espera, ha de velar, nocturno, a las orillas de su propia quietud.
El romanticismo siempre presente en Friedrich; la luna sobre el mar, espectáculo mágico; y tus palabras, sabiamente trabajadas.
Gracias Pilar
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