Os invito a conocer a la pintora:
Acudo a la cita
de siempre
vencida de
antemano la pereza,
pero no recupero
su voz ni su mirada
-que ahora tiene
el color de los olvidos-
en un abrazo que
no me reconoce.
Me recibe de
nuevo
con el ritual de
una travesía sin prisas y sin límites
en el claustro
trazado por los años
cansados entre
asombros estériles de dudas y recelos
con mi nombre
perdido en todas sus historias trasnochadas,
imágenes errantes
que irrumpen el espacio,
teñidas de
silencios se disfranzan
hasta hacerse
cómplices de los gestos.
Después vuelve el
descanso
la soledad en
fuga
las preguntas
el miedo
el no saber si
habrá un mañana.
2 comentarios:
Los pesados años horadan la dura piedra de los claustros.
Es más fácil taladrar la suave materia del cerebro. Y también más difícil de restaurar.
La carcoma del olvido se apodera de los sentidos y amores infinitos pasados quedan en los huecos inalcanzables del dolor.
El mañana es tan traicionero como quienes destruyen lo único que pertenece al ser humano en su totalidad: sus pensamientos, sus recuerdos, su vida.
Un sentimiento de impotencia se apodera de todos los que somos conscientes de esta lenta destrucción. Lo siento, lo siento mucho.
Un fuerte abrazo, querida Pilar.
Citas que, muchas veces, son difíciles de cumplir. Me gustó. Abrazos.
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