Alenarte Revista 97 mes septiembre
En este mes de septiembre despedimos al verano. Yo lo hago sin tristeza,
cansada de temperaturas impertinentes, de políticos mentirosos, de discusiones
partidistas y declaraciones bravuconas. Un verano implacable que quedará en
nuestra memoria por la ausencia de los que nos fueron arrebatados, de los que
no llegaron a su destino. Sin embargo, no podemos afirmar que el de este año
haya sido peor ni mejor. Comparar un verano con otro es inevitable, pero no se
ajusta a la realidad. La memoria transforma lo que anteriormente fue un hecho y
el resultado no es de confiar. Como canta Joan Manuel Serrat, los recuerdos
suelen contar mentiras. De los veranos nos quedarán los momentos y las
imágenes, huéspedes en nuestra memoria, que nos enfrentan con nostalgia
a los años pasados pero que no nos confirman verdaderamente la realidad.
El día 22 de este mes de septiembre, a las 22 horas y 44 minutos, llega el
otoño. La naturaleza tiene algo de melancólico y toma una tonalidad cálida y
elegante. Hay una musicalidad especial en el ambiente provocada por el viento,
las hojas caídas y las aves que preparan su marcha. Es tiempo de reflexión.
Según la filosofía china no hay nada permanente en la naturaleza. Esta
filosofía se basa en razonar sobre la naturaleza y los fenómenos cíclicos.
Observando su carácter y la sucesión de las estaciones, establece que todas las
cosas tienen dos aspectos, el yin y el yang, que todo tiene un comienzo
y un fin, el dualismo en el que dividen los fenómenos de la naturaleza.
Sin embargo, si el otoño es la época de cielos claros y aire puro, el
verano es un periódo de florecimiento y explendor, de continuo intercambio. Me
gusta el verano siempre que sea moderado de carácter, contenido en sus excesos
pero generoso con la luz. Esto es una premisa en estas tierras holandesas en
las que el gris abunda tanto. Este verano hemos gozado aquí de unos meses en
equilibrio. Aprovechando las largas horas de luminosidad visité una pequeña
ciudad, Goes, en la provincia de Zelanda. El buen tiempo y ambiente veraniego y
animado, las gaviotas y el aire con sabor a mar, me trajeron rememoranzas
costeras. Tiene un centro acogedor que conserva el trazado antiguo, monumentos
e iglesias. Su historia se remonta al siglo X cuando surgió un pequeño poblado en una ensenada junto al
río Korte Goes. Tres siglos más tarde era ya una ciudad portuaria, y
siguió creciendo a pesar de sufrir situaciones políticas inseguras, pérdidas de
cosechas, inundaciones y guerras. En el siglo XVI y durante el dominio de los españoles,
fue asediada e invadida por tropas anglo-holandesas. Un grupo no muy numeroso
de soldados de los Tercios Españoles tuvieron que atravesar 15 kms. a nado,
cargados con pólvora, provisiones y lanzas, hundiéndose en el lodo del fondo y
con el temor por las corrientes del río y la subida de la marea. Como no podía
ser menos, consiguieron ocupar de nuevo la sitiada Goes. Esta proeza, o
será mejor llamarlo audacia, ha quedado en la memoria de los holandeses con el
nombre de el Socorro de Goes. Toda una escena bélica propia de Alatriste.
El museo
Histórico de Goes me mostró otros capítulos de su historia. El edificio, que ha
sido convento y orfanato, guarda ahora objetos relacionados con la vida civil y
militar de la ciudad y sus habitantes. Hay una colección de trajes y joyas que
usaban los naturales de la región en los últimos 150 años. Distintas telas,
colores y estilos dan a conocer las diferencias en el vestir entre los
católicos y los protestantes, lo exuberante del catolicismo en colores, joyas y
texturas, frente al protestantismo calvinista holandés. En las vitrinas
encuentro uniformes de la milicia, un casco y media armadura con todas las
trazas de haber pertenecidos a un soldado español, una bala de cañón, disparada
seguramente por el mismo soldado, un trozo de bandera del ejército contrario, y
otras piezas de su interesante historia. Mas adelante me encuentro en una sala
dedicada a los problemas y su lucha con
el agua y las inundaciones en toda esta región. Es la parte de Holanda donde
más polders hay. Ellos trajeron a Goes y a la provincia de Zelanda bienestar y
prosperidad, pero también pérdida de terreno, pobreza y pueblos hundidos.
No todo iba a
ser guerra en el museo. Hay, además, una exposición temporal destinada al
bordado en punto de cruz, muestras de tela en lino, algodón y seda, conocidas
con el nombre inglés de sampler, realizadas algunas ya en el siglo XVII
por niñas con edad comprendida entre los 6 y 14 años. Estos muestrarios o
marcadores servían para aprender y ejercitar el bordado, que más tarde
empleaban para marcar con sus iniciales el ajuar. El sampler más antiguo
que se conserva hecho en Holanda tiene fecha de 1608. Hay samplers
bordados sólo con el abecedario y otros a los que les añaden diferentes
motivos, la mayoría de carácter simbólico. El origen de este bordado no se
conoce exactamente. Existen muestras de seda bordada, en un estilo distinto al
actual, encontradas en Egipto y Asia. En Europa aparece en la Edad Media, pero
es a partir del Renacimiento cuando
verdaderamente florece, existiendo esquemas con letras y símbolos, además de
otras clases de bordados y encajes. Muchos artistas nos han dejado testimonio
de estas pequeñas obras de arte en sus pinturas.
2 comentarios:
Un precioso texto, Pilar. Curiosos pensamientos plenos de meandros y afluentes por los que corretea la misma agua pero por cauces que desembocan unos en otros. Una visita de una calidad narrativa extraordinaria, serena, minuciosa, bella… Una delicia para lectores interesados en realizar su función: leer. Pilar, tu prosa alcanza, con su suave sonido, una motivación para saber, para disfrutar…
Un fuerte abrazo, querida Pilar.
Cuando no exista un mañana y la luna o el sol dejen de salir, disfrutare de cada rayo de luz y de cada precioso momento que solo tu amistad me puede hacer sentir…
¡¡Feliz domingo y feliz comienzo de semana entrañable amiga!!
Un breve pero sentido abrazo.
Atte.
María Del Carmen
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