Francis Millet

Francis Millet

jueves, 2 de agosto de 2012

Razón áurea ... et omnia vanitas



El hombre de Vitruvio (Leonardo da Vinci)


La palabra ombligo me ha producido siempre desvelos y dudas, y un cierto temor ante el resquicio abierto en mi piel. Palabra blanda de cicatriz mal cerrada que había perdido su identidad, hasta que descubrí otras definiciones y volúmenes en su entorno: fue piedra y mármol en manos de dioses, y punto de discordia para precisar los cánones de una belleza ideal. Esto me ha hecho cómplice de la vida desnuda que trazó Da Vinci, diseñador de la ideal armonía, y que convirtió al ombligo en parte de esa razón críptica que rodea al hombre. Ahora hablar del ombligo no es cosa que me lleva al éxtasis, pero ambos sabemos suficiente de nuestros contrastes geométricos, de esa proporción numérica – la razón áurea – para que sigamos intentando llegar al "número 10": él como el perfecto centro de mis líneas, curvas, planos, alturas, y volúmenes, y yo la cuadratura que encierra el más perfecto círculo. ¿Lo demás? ... lo demás es solo eso: omnia vanitas.