Claude Monet (1840-1926)
A veces se ausenta la armonía, y nos dejamos dominar por el impulso visceral que no atiende a razones. Se pierde el equilibrio entre la calma activa y la indiferencia, entre el silencio y las respuestas no escatimadas, verdadera contienda de la que son víctimas nuestras propias emociones. ¿Tendrá razón el filósofo cuando dice que la solución está en apartarnos de los sentidos, y aceptar que sólo es uno e invariable el camino, distanciándonos de la pluralidad? Qué difícil es llegar a un acuerdo cuando las contrariedades son imágenes cotidianas en nuestro paisaje, cuando son arrasadas las ideas en el torbellino de la disconformidad. Los sentimientos se decantan entonces por la lucha serena, controlada, por seguir la filosofía del continuo fluir de los sueños, por dejarse seducir por el atractivo amordazable del corazón. Sólo eso es lo verdadero, lo autárquico, lo que nos ayuda a distinguir lo opuesto del mal. Sólo eso consigue el sosiego, la calma, el placer de vivir el día a día, la recobrada paz.