Francis Millet

Francis Millet

domingo, 17 de marzo de 2013

jueves, 7 de marzo de 2013

Hoorn, ciudad encantada del siglo de oro


 

 

Hacía frío cuando llegamos a Hoorn, en la provincia Noord Holland. Enero ha sido un mes blanco y gris, de muñecos de nieve, de canales y estanques helados, de retrasos en los caminos y sobre todo de un fanatismo por patinar. Hoy, además, el viento estaba presente dándonos golpes y enredándose entre los pliegues de los abrigos. Quienes no parecían tener dificultad con él eran las gaviotas. Atrevidas todas ellas, planeaban por calles y plazas anunciando la proximidad del mar. Sus gritos y el sonido del viento rompían la ecuanimidad de la ciudad y le daban un pálpito que la hacía ser diferente. Sin duda el mar ha tenido siempre un papel principal en la historia de Hoorn. Su favorable situación geográfica junto a las aguas abiertas del IJsselmeer, que favorecía el comercio marítimo, hizo crecer la ciudad con uno de los más importantes puertos de Holanda en el siglo XVII.

Hoy día todavía se puede ver este prestigioso y rico pasado de Hoorn. Quien pasea por el centro histórico de la ciudad siente el ambiente del siglo XVII gracias a los cientos de monumentos y al bien conservado trazado de las calles que data del siglo XIII. Los nombres de las calles, las fachadas de piedra, almacenes de mercancias y edificios notables mantienen en vida el recuerdo de entonces, de un tiempo de abundancia y desmedido lujo, opíparas comidas y cenas regadas por los mejores vinos importados de Francia, Italia y Alemania. Esta es una imagen algo romántica de la época, pues no hay que olvidar que estas riquezas estaban en mano de una parte de la población y que el resto vivía de una manera sobria, apropiada al carácter ahorrativo y calvinista del holandés. En lugar de vino, se bebía cerveza muy suave, que tomaban adultos y niños al no ser el agua lo suficiente saludable. En total se contaban unos 280 litros por persona, cuatro veces más que lo que se bebe hoy.

No era todo oro en el siglo XVII en Holanda. En realidad la vida era dura para la clase necesitada. Muchos habitaban casas húmedas y oscuras. Trabajaban los siete días de la semana para ganar poco, incluso niños, sin apenas permitirse lo más necesario. Hacinamiento, enfermedades, mendicidad y la reanudación de la guerra contra la dominación española, castigaba a esa parte numerosa de la población, que vivía en la más absoluta pobreza. También en aquel tiempo llegaban inmigrantes atraídos por el brillo de las grandes ciudades. Una de estas personas fue Elsje Christiaens, de 18 años de edad. Llegó a Amsterdam desde Dinamarca buscando un futuro mejor, hasta que un succeso trágico cambió su suerte cuando llevaba apenas unas semanas en la ciudad y aún no había encontrado trabajo. En una discusión con la dueña de la habitación donde se hospedaba, que le reclamaba lo que le debía, golpeó a ésta en la cabeza con un hacha. Después de ser detenida, hubo un rápido juicio y Elsje fue condenada a morir en la horca. Las calles se llenaron para presenciar la ejecución de la sentencia. Este suceso no hubiera pasado a la historia sin el dibujo que Rembrandt nos dejó. Rembrandt ha dado a conocer toda clase de temas en sus pinturas. Desde representaciones bíblicas, paisajes, retratos, hasta escenas de la vida diaria que él recogía en sus paseos por la ciudad donde vivía, Amsterdam. Podemos decir con seguridad que presenció el ahorcamiento y allí mismo tomaría apuntes para su dibujo.

A pesar del frío y la nieve de este enero joven, nos hemos acercado a Hoorn para saber más de ese pasado que se cuida con tanto detalle, edificios y casas residenciales, pequeñas callejuelas, rincones especiales y, por supuesto, las nuevas tiendas, terrazas y cafés. En el mismo centro está el Westfries Museum, museo del Siglo de Oro. Este precioso edificio del año 1632 alberga una colección de 30.000 piezas, distribuídas entre las 27 salas del museo. De los objetos que se exponen en cada sala, se destaca uno con un significado especial en la historia. Así, en una vitrina del piso superior, se guarda una copa de plata valorada en un millón de euros, fabricada probablemente entre 1530 y 1540 en Amberes. Perteneció al admiral al servicio del ejército español, Maximilian de Hennin, Señor de Bossu, que fue hecho prisionero  en 1573 durante la batalla del Zuiderzee. Frente a la costa de Hoorn, el admiral perdió la flota, su espada, que también está en el museo, y la copa. Otra pieza que llama la atención por sus grandes medidas y gran expresividad, es el cuadro pintado por Johan de Baen en 1682, en la que aparecen alrededor de una mesa seis arrogantes caballeros, dirigentes de la Cámara de la Compañía de las Indias Orientales en Hoorn. La pintura resalta el poder y la posición social a través de la riqueza y lujo de los trajes, las espléndidas pelucas, los mapas e instrumentos de navegación, los planos de los fuertes. Todo demuestra que estos caballeros tenían el mundo a sus pies y ésto querían que todos lo vieran.



El museo tiene además exposiciones temporales. Chismorreo y cotillleo en el siglo de oro es una divertida y aclaratoria muestra que nos acerca a la cultura del chisme y la murmuración de nuestros antepasados en el siglo XVII. Se imprimían libros, panfletos, poemas, canciones, con picantes noticias y escándalos de conocidas e importantes personalidades de la sociedad. También en la pintura se toca este tema en el óleo de Nicolaes Maes, Los amantes espiados por una muchacha. Una jóven mira hacia el espectador. Con un dedo sobre los labios parece compartir un secreto pidiendo silencio. Al fondo de la imagen, una escena familiar alrededor de una mesa. Más a la derecha distinguimos una pareja en actitud cariñosa. Aparece también la imagen de Juno, la diosa del matrimonio. No sería extraño que todo este escenario sugiera la idea del adulterio. Después de ver todo lo expuesto se llega a la conclusión que en estos 400 años no ha cambiado nada.

Hay mucho más relacionado con la ciudad en el museo. Otro espacio del edificio alberga una colección de 36 delicados trabajos bordados por hijas de los regentes y de distinguidas familias. Estas labores, todas hechas en Hoorn, llevan bordadas también las fechas y los nombres de sus propietarias. De esta manera se ha podido saber quienes eran sus familias, en qué calle vivieron y cómo les fue en su vida. Es un capítulo más de la historia de Hoorn.

Después de casi tres horas de ver, sentir y casi palpar ese siglo de prosperidad y también penuria, dejamos el museo. A la salida tenemos un encuentro con todo el carácter de un epílogo. Frente al edifico, en el centro de la plaza Roode Steen, está la estatua de Jan Pietersz Coen, nacido en Hoorn en 1587. En el pedestal estaban grabadas estas palabras que él tenía como divisa, No desespere. No respete a sus enemigos, pues Dios está con nosotros. Fue comerciante, contable y finalmente gobernador general de todas las posesiones que tenía la Compañía de las Indias Orientales fuera de la República. Con su gran tenacidad, su talento organizador y su capacidad militar puso las bases del poder colonial en lo que sería las indias holandesas, hoy Indonesia. A pesar de todo esto, su agresiva forma de actuar y las duras y sangrientas medidas de castigo con los nativos de las islas para conseguir el monopolio en el mercado de las especias, no ha evitado que tiempo más tarde cayera de su pedestal, y son muchos los que, actualmente, piensan que no merece tanta distinción. Se ha llegado a un acuerdo modificando el texto. Jan Pietersz ha regresado a su sitio y ahora se lee, No desespere. Veinte siglos de historia de los holandeses. No sabremos cómo reaccionaría el gobernador general si viera su divisa cambiada.