Francis Millet

Francis Millet

viernes, 25 de octubre de 2013

Adiós verano, adiós.



Alenarte Revista 97 mes septiembre

 

En este mes de septiembre despedimos al verano. Yo lo hago sin tristeza, cansada de temperaturas impertinentes, de políticos mentirosos, de discusiones partidistas y declaraciones bravuconas. Un verano implacable que quedará en nuestra memoria por la ausencia de los que nos fueron arrebatados, de los que no llegaron a su destino. Sin embargo, no podemos afirmar que el de este año haya sido peor ni mejor. Comparar un verano con otro es inevitable, pero no se ajusta a la realidad. La memoria transforma lo que anteriormente fue un hecho y el resultado no es de confiar. Como canta Joan Manuel Serrat, los recuerdos suelen contar mentiras. De los veranos nos quedarán los momentos y las imágenes, huéspedes en nuestra memoria, que nos enfrentan con nostalgia a los años pasados pero que no nos confirman verdaderamente la realidad.

 

El día 22 de este mes de septiembre, a las 22 horas y 44 minutos, llega el otoño. La naturaleza tiene algo de melancólico y toma una tonalidad cálida y elegante. Hay una musicalidad especial en el ambiente provocada por el viento, las hojas caídas y las aves que preparan su marcha. Es tiempo de reflexión. Según la filosofía china no hay nada permanente en la naturaleza. Esta filosofía se basa en razonar sobre la naturaleza y los fenómenos cíclicos. Observando su carácter y la sucesión de las estaciones, establece que todas las cosas tienen dos aspectos, el yin y el yang, que todo tiene un comienzo y un fin, el dualismo en el que dividen los fenómenos de la naturaleza.

 

Sin embargo, si el otoño es la época de cielos claros y aire puro, el verano es un periódo de florecimiento y explendor, de continuo intercambio. Me gusta el verano siempre que sea moderado de carácter, contenido en sus excesos pero generoso con la luz. Esto es una premisa en estas tierras holandesas en las que el gris abunda tanto. Este verano hemos gozado aquí de unos meses en equilibrio. Aprovechando las largas horas de luminosidad visité una pequeña ciudad, Goes, en la provincia de Zelanda. El buen tiempo y ambiente veraniego y animado, las gaviotas y el aire con sabor a mar, me trajeron rememoranzas costeras. Tiene un centro acogedor que conserva el trazado antiguo, monumentos e iglesias. Su historia se remonta al siglo X cuando surgió  un pequeño poblado en una ensenada junto al río Korte Goes. Tres siglos más tarde era ya una ciudad portuaria, y siguió creciendo a pesar de sufrir situaciones políticas inseguras, pérdidas de cosechas, inundaciones y guerras. En el siglo XVI y durante el dominio de los españoles, fue asediada e invadida por tropas anglo-holandesas. Un grupo no muy numeroso de soldados de los Tercios Españoles tuvieron que atravesar 15 kms. a nado, cargados con pólvora, provisiones y lanzas, hundiéndose en el lodo del fondo y con el temor por las corrientes del río y la subida de la marea. Como no podía ser menos, consiguieron ocupar de nuevo la sitiada Goes. Esta proeza, o será mejor llamarlo audacia, ha quedado en la memoria de los holandeses con el nombre de el Socorro de Goes. Toda una escena bélica propia de Alatriste.

 

El museo Histórico de Goes me mostró otros capítulos de su historia. El edificio, que ha sido convento y orfanato, guarda ahora objetos relacionados con la vida civil y militar de la ciudad y sus habitantes. Hay una colección de trajes y joyas que usaban los naturales de la región en los últimos 150 años. Distintas telas, colores y estilos dan a conocer las diferencias en el vestir entre los católicos y los protestantes, lo exuberante del catolicismo en colores, joyas y texturas, frente al protestantismo calvinista holandés. En las vitrinas encuentro uniformes de la milicia, un casco y media armadura con todas las trazas de haber pertenecidos a un soldado español, una bala de cañón, disparada seguramente por el mismo soldado, un trozo de bandera del ejército contrario, y otras piezas de su interesante historia. Mas adelante me encuentro en una sala dedicada a los problemas  y su lucha con el agua y las inundaciones en toda esta región. Es la parte de Holanda donde más polders hay. Ellos trajeron a Goes y a la provincia de Zelanda bienestar y prosperidad, pero también pérdida de terreno, pobreza y pueblos hundidos.

 

No todo iba a ser guerra en el museo. Hay, además, una exposición temporal destinada al bordado en punto de cruz, muestras de tela en lino, algodón y seda, conocidas con el nombre inglés de sampler, realizadas algunas ya en el siglo XVII por niñas con edad comprendida entre los 6 y 14 años. Estos muestrarios o marcadores servían para aprender y ejercitar el bordado, que más tarde empleaban para marcar con sus iniciales el ajuar. El sampler más antiguo que se conserva hecho en Holanda tiene fecha de 1608. Hay samplers bordados sólo con el abecedario y otros a los que les añaden diferentes motivos, la mayoría de carácter simbólico. El origen de este bordado no se conoce exactamente. Existen muestras de seda bordada, en un estilo distinto al actual, encontradas en Egipto y Asia. En Europa aparece en la Edad Media, pero es a partir del Renacimiento cuando verdaderamente florece, existiendo esquemas con letras y símbolos, además de otras clases de bordados y encajes. Muchos artistas nos han dejado testimonio de estas pequeñas obras de arte en sus pinturas.

 
Dejamos descansar la historia y los bordados para entregarnos a la realidad de las calles. En el centro y alrededor del puerto hay tiendas, cafés y restaurantes. Es una ciudad alegre aunque no de manera excesiva, con algo de sosiego en su ambiente y nostálgica de su pasado. Goes nos ha acogido hoy con una temperatura amable, que no altera. Agosto ha sido aquí un mes de buena voluntad, discreto con las lluvias y equilibrado con el sol, y no debemos ser indiferentes con su buena voluntad en este país de ranitas y canales. Ahora, en estas vísperas del otoño, nos sorprende el atardecer que con sus prisas va adormeciendo poco a poco el contorno de todo lo que nos rodea. La visita a Goes ha sido aventurarse en su ayer y en su presente, imágenes con las que nos quedamos y que nos gustará recordar, si no se hacen huéspedes fugitivas en nuestra memoria.