Francis Millet

Francis Millet

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Soledad


Maxfield Parrish 1870-1966
 
 
Dejaré olvidado el mar
y volaré, indeciso, persiguiendo lo imposible
mientras intento no perder la inmensidad
añilada del silencio ...
Espérame, sólo me tengo a mí y la soledad luminosa del aire a quien me entrego.

 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Ha llegado el invierno


En el umbral del invierno el frio coquetea perezoso
seduciendo su virginal tersura.
Fiel a sus azules
esperará la fugacidad del tiempo,
el blanco perderá en el barro su gélida sonrisa
cuando el sol, de nuevo, entregue sus encendidos recuerdos
a la tierra.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Steventon

 
Elizabeth Bennet


Intento descifrar el lenguaje de los árboles,
-murmullo medroso
como al descuido-
entre el verde aroma de sus hojas en celo.
Hay un cierto encanto
en el juego candoroso de las sombras,
monotonía en los atardeceres húmedos
del sentimiento.
Queda una herida abierta,
la fuerza incontrolable del viento
y las armas de los hombres,
siniestro obtáculo para una gravidez
sólida y fertil.
Abrazo los árboles transparentes de mi infancia.
Su rugosa piel asalta mis desvelos
y rompe en trazos lo horizontal del camino
cubriéndose de nombres,
algarrobos, tejos, olmos y pinsapos,
que sólo son huellas pétreas en el asfalto.
Un sinsonte pone voz a sus quejidos sin engaño
y a las palabras que no nos habíamos dicho.


Steventon

sábado, 3 de noviembre de 2012

El dominio de la luz



http://alenarterevista.net/
 

 

Antes del Impresionismo no había sombras azules


Oscar Wilde

 

Nada hace resaltar más la intensidad de la luz que un buen día de verano como este de hoy en Amsterdam. En contraste con el frío y las nieblas del invierno, la luminosidad de agosto me descubre una imagen diferente de la ciudad, resalta las formas y los colores, la arquitectura de los edificios, el brillo del agua en los canales, la diversidad de la gente, incluso las sombras que nacen en los rincones y esquinas de las calles. La luz es el elemento primordial en la vida, es fuente de energía y elemento determinante en la evolución. Al mismo tiempo está también presente en el arte, y ha sido el tema esencial en la obra de una generación de artistas que destaca los colores primarios, elimina los detalles y da una ilusión de realidad con pinceladas cortas y sueltas, plasmadas de una forma rápida para poder captar ese momento que va siendo diferente con el paso de las horas, con el cambio de la luz.

 

La luz en las horas cálidas de hoy derrama su caudal con provocación y generosidad sin condiciones. Aprovecho esta ausencia de lluvia para acercarme al museo El Hermitage. Desde la plaza Dam, con sus aburridas palomas y artistas callejeros, es un corto paseo. Hace calor y como siempre ocurre en Amsterdam hay mucha gente en las calles, bicicletas y turistas, mezcla de colores e idiomas. Durante estos días y hasta el 13 de enero próximo el museo nos da la posibilidad de conocer la obra de un grupo de pintores que surgió en 1874 y que marcó una nueva tendencia en el arte pictórico. A estos artistas se les dió el nombre, de una forma irónica y despectiva, de los impresionistas, haciendo referencia a la obra de Monet, Impresión: sol naciente, amacecer en el puerto de La Havre. Los impresionistas expusieron sus obras en el que se llamó el Salón de los rechazados, el Salon des refusés, al no ser admitidas en el Salón de París.  

 
La exposición Impresionismo, sensación e inspiración, está alojada en este edificio de la segunda mitad del siglo XVII, que tuvo la fachada más larga de su tiempo con una longitud de 102 metros y que fue durante más de 300 años residencia para personas mayores necesitadas. El exterior, después de ser pintado y adecentado, ha recuperado la imagen que tenía en 1683. Durante el paso de los años el edificio ha sufrido varias reformas; la última, entre los años 2007 y 2009. El acceso al museo es por la puerta Ossenpoort, Puerta de los bueyes, antigua entrada de proveedores, después de atravesar el jardín que conserva dos grandes y señoriales castaños de más de 200 años de vida. A su sombra, y alrededor del cesped central, hay un murito en piedra natural usado como sitio de descanso. Ahí el visitante puede sentarse y reflexionar sobre toda la historia que habrán visto pasar estos árboles centenarios. La serenidad del lugar y el verde silencioso del cesped dejan al edificio conservar su protagonismo, sin que los ruidos del exterior lleguen a importunarlo. Luz, sombra y espacio, imágenes que bien podían haber sido motivo de inspiración para los impresionistas. Después de este prólogo la visita a la exposición es la continuación a todos estos sortilegios.



Hasta el 13 de enero próximo se puede visitar la exposición. Obras de Monet, Renoir, Sisley, Pissarro, cuelgan entre otros artistas como Eugène Delacroix y Jean-Léon Gérôme y dejan ver el contraste entre las diferentes corrientes artísticas, aspecto importante de la exposición. Los impresionistas rompieron con un estilo que reflejaba todo tal como debía de ser e introdujeron cambios en el rígido mundo del arte. Sus ideas chocaban con la tradición académica y el clasicismo exigido por el Salón de París, y de este enfrentamiento nació una manera nueva de mirar la realidad, una belleza nueva, un nuevo período. También la ciudad francesa vivía en la segunda mitad del siglo XIX una gran transformación que hizo de ella un lugar moderno y fascinante. En el verano de 1870 Napoleón III declaró la guerra a Prusia. Ya antes de que se firmara la paz en el invierno de 1871 y Alemania se convirtiera en el nuevo imperio, habían muerto de hambre y frío miles de parisinos. Europa cambió y la vida en la capital francesa cambió igualmente; se trazaron amplias avenidas, se construyó la torre Eiffel para la Exposición Universal de 1889, el ferrocarril llegó a París, y al final del siglo se inauguró una línea del metro. El gas y la electricidad iluminaron la capital, que fue llamada desde entonces la ciudad de la luz. Europa estaba cambiando.

 

Para los impresionistas la luz era la palabra clave en sus composiciones. Lo exacto de las formas pasó a segundo lugar, dejando que tomaran protagonismo las impresiones que la luz y el aire reflejaban sobre ellas. Su intención era contemplar la naturaleza y mostrarla tal como en ese momento se encontraba, antes que el momento pase. Para conseguirlo tuvieron que salir al exterior; la mejor manera de trabajar era al aire libre, a plein air. También en este tiempo apareció el tubo de pintura, un descubrimiento del americano John G. Rand, que podía ser utilizado directamente sin todo el proceso de mezcla que hasta entonces era necesario. Pero cambios en esa luz exterior varían el resultado de la obra, de ahí la necesidad de pintar con trazos rápidos, pinceladas cortas, aplicando los colores directamente sobre las telas, unas veces con un vago aire soñoliento y otras en un estallido de alegría y humor. Monet, Renoir, Pissarro y Sisley fueron verdaderos representantes del Impresionismo. En uno de los muros del museo cuelga Dama en el jardín, de Monet. La figura blanca de la mujer, silenciosa y blanca, en contraste con el verde, los toques de color, las sombras y el trocito de cielo están atrapados en el lienzo y en el tiempo.

 

La mayoría de los asistentes al Salon des refusés en París salieron de la exposición sin comprender la verdera idea del estilo de los pintores. Eduardo Manet con su Almuerzo sobre la hierba, un desnudo femenino entre dos caballeros completamente vestidos,  provocó un verdadero escándalo. Hay quien le acusó de provocación y fue considerado como el enfant terrible en el mundo del arte. El que los personajes en el cuadro fueran reconocibles aumentó la crítica. Estos días en Amsterdam lo que entonces no fue posible se ha hecho una realidad, y en los muros del museo cuelgan obras de los que fueron rechazados, los que fueron motivo de escándalo, los innovadores, junto a los clásicos y tradicionales. Hoy han quedado fuera los fantasmas de aquellos enfrentamientos y hasta el cielo de Holanda, que tantas veces se ve gris y con promesas de agua, ha recuperado su luminosidad. No hay duda que hasta aquí llega la influencia de los impresionistas.

 

 
 
 
Julio-agosto 2012
 
 

sábado, 20 de octubre de 2012

sábado, 8 de septiembre de 2012

Desde el miércoles estaré en Málaga

Fernando López Pascual


Pintura:www.malaga.es
 
Andrés Parladé y Heredia
 
Leonardo Fernández
 
 
 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Fujiyama





Está prohibida para mí
la senda que me acerca al samurái;
esperaré en el silencio la percepción del azul
mientras descansa el corazón del gigante
en la casa de los dioses.

jueves, 2 de agosto de 2012

Razón áurea ... et omnia vanitas



El hombre de Vitruvio (Leonardo da Vinci)


La palabra ombligo me ha producido siempre desvelos y dudas, y un cierto temor ante el resquicio abierto en mi piel. Palabra blanda de cicatriz mal cerrada que había perdido su identidad, hasta que descubrí otras definiciones y volúmenes en su entorno: fue piedra y mármol en manos de dioses, y punto de discordia para precisar los cánones de una belleza ideal. Esto me ha hecho cómplice de la vida desnuda que trazó Da Vinci, diseñador de la ideal armonía, y que convirtió al ombligo en parte de esa razón críptica que rodea al hombre. Ahora hablar del ombligo no es cosa que me lleva al éxtasis, pero ambos sabemos suficiente de nuestros contrastes geométricos, de esa proporción numérica – la razón áurea – para que sigamos intentando llegar al "número 10": él como el perfecto centro de mis líneas, curvas, planos, alturas, y volúmenes, y yo la cuadratura que encierra el más perfecto círculo. ¿Lo demás? ... lo demás es solo eso: omnia vanitas.

domingo, 22 de julio de 2012

Acudo a la cita de siempre



Os invito a conocer a la pintora:




 Acudo a la cita de siempre

vencida de antemano la pereza,

pero no recupero su voz ni su mirada

-que ahora tiene el color de los olvidos-

en un abrazo que no me reconoce.

Me recibe de nuevo

con el ritual de una travesía sin prisas y sin límites

en el claustro trazado por los años

cansados entre asombros estériles de dudas y recelos

con mi nombre perdido en todas sus historias trasnochadas,

imágenes errantes que irrumpen el espacio,

teñidas de silencios se disfranzan

hasta hacerse cómplices de los gestos.

Después vuelve el descanso

la soledad en fuga

las preguntas

el miedo

el no saber si habrá un mañana.

jueves, 5 de julio de 2012

Señas de identidad




http://alenarterevista.net/
mes de junio


Dos son las citas que llevan en su programa los que visitan Amsterdam. La primera de ellas es con la casa-museo de Ana Frank. Allí traspasarán el umbral del tiempo y entrarán en el espacio donde se ocultó la familia Frank durante dos años en el periódo de la II Guerra Mundial. Hoy día la fachada del edificio, que se asoma a uno de los céntricos canales, tiene un aire moderno que contrasta con el interior. Las habitaciones desnudas tienen la impronta de aquellos recuerdos que Ana dejó escritos en su diario. La mejor manera de visitar la casa sería hacerlo en solitario, con el único sonido del carrillón de la iglesia cercana para evocar esas imágenes, pero no hay otra manera y tenemos que seguir a todos los que esperan entrar desde las primeras horas de la mañana. Otra visita que no dejan en el olvido es al Rijksmuseum para vivir el arte como sujeto principal y en su propio lenguaje, y al que también puedes llegar en uno de esos barquitos que navegan en los canales. Fue un proyecto del arquitecto Pierre Cuypers y abrió sus puertas en julio de 1885 por primera vez. Ahora está en obras de reforma y ampliación. El resultado lograremos por fin verlo en la primavera del próximo 2013.

 Hasta entonces habrá que esperar, pero Amsterdam tiene más de esos otros museos con un pasado histórico que les da una extra dimensión. Casas estrechas y altas; en su tiempo eran viviendas y con frecuencia también lugar de trabajo de los ricos comerciantes, hoy muchas están convertidas en lugar donde tiene domicilio el arte. Conocidas por sus  típicas fachadas; la entrada con pequeñas escaleras, una hacia arriba para la familia y sus visitas, otra que llevaba a la parte inferior para el servicio y demás asuntos domésticos y de oficio y una pequeña grúa justo debajo de los tejados para entrar muebles y mercancías por las ventanas. Palacios y casas señoriales, situadas junto a un canal, que guardan entre las raíces de un pasado lo cultural y artístico del presente. El espacio interior parece haber quedado semidormido, pero entre los muros surgen las imágenes de su historia, fragmentos de vida, amor, nacimiento, trabajo, soledad y muerte. De cierta manera nuestra presencia tiene algo perturbador al recorrer las salas y curiosear su intimidad en medio de cuadros, retratos, armarios donde reposa la porcelona y el cristal, muebles y alfombras. Todo parece esperar que pasen los años  para el final de un encantamiento.

Visitar estos museos es como viajar hacia atrás en un tiempo más o menos lejano. Buscamos indicios de quienes fueron los que vivieron allí. Abrimos puertas, subimos escaleras, atravesamos salones en tranquila vigilia, y nos vemos reflejados en espejos sobre chimeneas que ya no calientan más; a veces, en la penumbra de un rincón olvidado, nos parece sentir el rumor de crinolinas y chaqués. Una de estas casas es el museo Van Loon, también en Amsterdam. El edificio fue construido en 1671 junto a los céntricos canales de la ciudad. El primer inquilino fue un destacado alumno de Rembrandt, Ferdinand Bol. En 1750 se reformó todo el interior en estilo rococó y en 1884 pasó a ser propiedad del matrimonio Willem Hendrik van  Loon y Thora Egidius. El último descendiente de la familia abrió la casa al público en 1973.

Quien visita la casa puede deambular a su gusto por todas las habitaciones, no hay itinerario fijado ni letreros que te obliguen a seguir. El espacio de la casa está distribuido en un subterráneo para la cocina y alacenas, un primer piso para los salones de la familia, otro piso para los dormitorios y el tercero para las habitaciones del servicio. Destacan en especial el vestíbulo y una impresionante escalera que lleva a las habitaciones superiores donde se muestran magnificos muebles, plata, cristal y cerámica de distintos siglos. Hay una sala especial donde los caballeros se retiraban a fumar y un comedor que ofrecía espacio para 24 invitados. Muchas casas tienen también un espacio en lo más alto que es el desván y que servía de almacén. En las paredes cuelgan retratos de miembros de la familia Van Loon desde 1600 hasta nuestros días, muchos de ellos son obras de Michiel van Musscher, que a finales del siglo XVII era uno de los retratistas de más éxito en Amsterdam. Finalmente se encuentra el jardín y la entrada a la cochera con una preciosa fachada, espacio reservado para presentar exposiciones.

Estos dias la exposición está dedicada a este pintor holandés, Michiel van Musscher. Nació en Rotterdam en 1643 y murió en 1705 en Amsterdam. Fue alumno de Gabriël Metsu. Sus clientes estaban entre la alta burguesía, ricos comerciantes y autoridades de la ciudad. Incluso llegó a retratar al Zar Pedro el Grande, que en 1697 visitó la ciudad. Ademas de los retratos pertenecientes a la colección de la familia Van Loon, encontramos obras de este artista traídas de museos nacionales e internacionales y de colecciones particulares; muchas de ellas se muestran por vez primera al público. Merece la pena dedicar tiempo a este pintor y observar de cerca su obra que nos asombra por el estilo y la perfección en reflejar los detalles, especialmente en los exóticos elementos en las  telas y en los tapices. Todo hace ver y sentir el lujo y la riqueza del Siglo de Oro holandés.

Después de todo este recorrido, el jardín interior es un oasis de tranquilidad y descanso. Las sombras verdes del lugar invaden la imaginación con imágenes con sabor a un tiempo ya pasado, un periódo de gran prosperidad que ha quedado reflejado en las casas, y que con los canales son el símbolo de identidad de la ciudad de Amsterdam. Sólo cuando el carrillón de una iglesia cercana hace sentir su voz, nos enfrentamos, al igual que Ana Frank vivió, a la realidad del presente.






http://www.museumvanloon.nl/

miércoles, 27 de junio de 2012

En la hora que nos delata el silencio ...


La Templanza. Lorenzetti.Alegoría del Buen Gobierno. 1338








Es en esta hora cuando se alzan voces sin matices que nos hacen difícil olvidar el canto áspero y las aristas que hirieron la piel de nuestros años. Desde lo más pequeño de lo que fuimos nos invade una ola rota, el pasado ruidoso -poblado de dragones con mal genio y hadas con varitas mágicas desgastadas- y el presente confuso, huellas de un linaje que se resiste al desagarro. Pero  ya nada es igual y todo se diluye entre pasiones desmedidas y un atisbo de desazón y mucho de desamparo, en esa aproximación dolorosa que roza cicatrices nunca curadas completamente: es la historia de nuestros días con un epílogo que ya nos ha alcanzado.


martes, 19 de junio de 2012

En tu madrugada


Johanna Harmon (1968)


 




¿No sientes aún mi realidad?

He venido hacia ti a sembrar de luz tus incertidumbres.
Deletreo los interrogantes para enseñarte futuros.
No temas el insomnio de ver:
tus pupilas delatarán ausencias.
Maniobraré palabras hacia ti
hasta calmar la sed que le falta a tu esperanza.
No, no temas la oscuridad, te prometí estar
y te enseñaré a buscar el arco iris perdido.




lunes, 21 de mayo de 2012

De paraísos y paisajes, de Brueghel a Gauguin


El jardín del Edén




Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898)



Estos versos forman parte del poema Ciudad del Paraíso, de Vicente Aleixandre, uno de los 52 poemas publicados en el libro Sombra del Paraíso, dedicado a la ciudad de Málaga. Aunque había nacido en Sevilla y vivió en Madrid, sus recuerdos están ligados a la ciudad malagueña donde pasó su infancia. La influencia de los paisajes andaluces del Mediterráneo se deja sentir en su lenguaje poético que alcanza en esta obra el momento más alto. Según el propio poeta este libro no hubiera existido tal como es sin los recuerdos, sin la luz y sin los paisajes de esta ciudad.


Todo conduce necesariamente al paisaje es una frase del pintor alemán Otto Runge, que aunque murió a los 33 años apenas comenzado el siglo XIX, está considerado como uno de los mejores pintores románticos de su país. Sin embargo, el arte de la pintura de los paisajes y de la naturaleza no ha sido tema exclusivo de ese siglo. Sabemos que fueron los artistas chinos los primeros en descubrirlo y tratarlo como tema pictórico. Considerado en la Edad Media y en el Renacimiento como una obra divina, este género fue poco a poco adquiriendo un lugar preferente en la pintura, pasando de ser fondo de lienzo hasta alcanzar el lugar preferente de la obra, bien con carácter real o como imagen de sueños, mitos y paraísos.


Precisamente este carácter idílico es lo que nos muestra la exposición Paraísos y Paisajes, en el museo Carmen Thyssen en Málaga; un recorrido desde el siglo XVII hasta el XX. La primera de las 46 obras expuestas es una tabla de Jan Brueghel el Viejo, El jardín del Edén.  Representa un pasaje de la Biblia, el pecado original. Sin embargo, aquí los protagonistas son los animales exóticos dibujados minuciosamente y rodeados de una naturaleza de belleza especial y exuberante. En un segundo plano, apenas divisamos a Adán y Eva a punto de perder este paraíso que hasta este momento habían compartido en plena armonía con todos los seres de la Creación.



¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.
Rafael Alberti



Paisaje fluvial


Durante cierto tiempo seguirá existiendo una especie de nostalgia hacia esos parajes perdidos. Pintado en 1762 es Paisaje fluvial con templo antiguo, de François Boucher. No es un lugar real sino un paisaje imaginario en el que aparecen un templo clásico, un puentecito de piedra, un bosquecillo, arbustos, ovejas, un riachuelo, nubes y una luz brillante que ilumina ciertas zonas de la composición. Un hombre y una mujer en la parte central intensifican lo teatral. Con estas escenas el artista reflejaba su noción ideal del mundo, un universo de ensueño cuya finalidad era ofrecer al espectador una experiencia sensorial alejada de la realidad.


Dice el refrán que el invierno no ha pasado mientras abril no ha terminado. Esto parece cierto esta mañana fría de abril en Málaga, a la que no estamos acostumbrados. Sin embargo, dentro del museo lo cálido lo transmiten los paisajes, las obras de paisajistas norteamericanos del siglo XIX. Entre ellos están, atraídos también por el exotismo de los países tropicales de América del Sur, Edwin Church, Martín Johnson Heade, Georges Inness, sin olvidar a Albert Bierstadt con Las cataratas de San Antonio, con fuerte influencia del romanticismo alemán, para mí uno de los cuadros que más me han impresionado y en el que veo la grandeza de la naturaleza frente a la soledad del hombre, que él pintó en toda su belleza primitiva siguiendo las normas del paisajismo tradicional.


Las cataratas de San Antonio


Todo en la naturaleza contiene todos los poderes de la naturaleza.
Todo está hecho de sustancia oculta.
Ralph Waldo Emerson



La pintura de paisajes tiene en el siglo XIX su momento culminante. También para los pintores españoles es este un momento crucial para fijarse en lo real. Se alejan del dramatismo y escogen la imagen de una naturaleza más natural y delicada. Destaca en ello Carlos de Haes, belga de nacimiento pero vivió y murió en España. Paisaje con una vacada en el río es un lienzo bello; un paisaje en la luz suave del atardecer que transmite tranquilidad y sosiego; el cielo, los colores y los animales no han escapado a la observación del pintor. Otra obra para admirar es Un paseo por el río, de Emilio Sanchez-Perrier. El artista nos presenta aquí una naturaleza jóven que, con el frescor verde de la primavera y el agua en reposo, te da sensación de calma. Una barca amarrada cerca de la orilla donde espera una familia campesina completa el paisaje de una manera natural.


El arte de la pintura en Francia va a sufrir una gran transformación en la segunda mitad del siglo XIX de la mano de unos revolucionarios, los impresionistas. Al buscar un lugar idóneo para pintar la naturaleza en toda su veracidad, salen, por primera vez en la historia, a pintar au plein air, al aire libre, y captar así el paisaje en su luz natural. El museo expone obras de algunos de estos artistas, como Pissarro, Renoir y Gauguin. Campo de coles, de Pissarro, me inspira melancolía, como si el aire estuviera quieto y nada más fuera importante; también la luz se mantiene callada. Ocurre lo contrario con Campo de trigo, de Renoir, que es todo movimiento y viveza. Gauguin buscó la naturaleza en un lugar más lejano; sus paisajes armonizan con sus propios sentimientos.


La exposición toma un carácter internacional con obras de Edvard Munch, que no abandonó el simbolismo y Wilhelm Trübner que junto con los norteamericanos como Henry Potthast y John Singer Sargent entre otros, están cerca de la naturaleza con una relación más libre. Con la obra  Daylesford de Michael Andrews, ya en pleno siglo XX, se completa la exposición que el museo te invita a conocer hasta el 7 de octubre, peregrinando por espacios y paisajes idílicos, sencillos, serenos o armoniosos. No hay ninguna duda que Málaga es en estos días la ciudad del paraíso.



Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.

Mario Benedetti.

Fuente consultada: catálogo de la exposición

Publicado en la Revista Alenarte.

domingo, 29 de abril de 2012

Fiel a la memoria (1)


Lamento de Gudrum junto al cadáver de Sigurd (pintura mural)


Impronta


Indefenso
se quedó preñado el aire de estragos sin sentidos
en una vida cruzada por caprichos rotos
donde naufragan identidades huérfanas.
Violado el gesto le descubre
y hace gala de una herencia recibida
-silencios encadenados a conjuros arrogantes-
palabras que hacen rebosar el caliz agostado de su boca,
lamentos sin tregua vencidos sobre espaldas,
que recorren el paisaje de la piel en estallidos de asombros.

 Todo empezó cuando la memoria era pequeña
y aguardaba su tiempo en la cuna.


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martes, 27 de marzo de 2012

Málaga en febrero



Sumida en el sueño
Revello de Toro
   




Se marcha febrero, un mes generoso con el frío, que asumió protagonismo fuera de nuestros sueños como insólita poesía para una tierra templada por el mediterráneo. La ciudad, para conseguir su fin de hacernos felices, transmuta la manera habitual de percibir la vida intentando escapar de un tiempo que va más allá de lo acostumbrado. Compartimos un mismo lenguaje y hablamos de temperaturas y pronósticos, de versos de lluvias y vientos, grises permanentes y extrañas circunstancias, imágenes que invitan a la lectura y a quedarse en casa sentados al calor de las faldas de una mesa camilla. Comparamos otras vivencias y nos sentimos felices. Somos una ciudad ordenada. Así pues, que estemos en invierno y pasemos frío no es un impedimento para la felicidad.

 Fue el filósofo musulmán Al Farabi quien definió la ciudad como una sociedad ordenada, en la que todos podemos ser felices si nos ayudamos y nos entendemos. Solo así será posible. Pero la ciudad es también cultura y el hombre que crea la ciudad deberá conocer y amar esa cultura. Un primer paso es acercarse a los museos. Málaga ha tenido un comienzo lento pero decidido en el camino del Arte. Desde los años sesenta y setenta volvió a renacer el interés por el desarrollo y las actividades culturales, los libros, los conciertos. Se recuperaron el Teatro Cervantes, el Ateneo, La Fundación Unicaja y La Real Academia de Bellas Artes de San Telmo; se ha puesto en marcha la Fundación Picasso y La Orquesta Filarmónica. Hoy cuenta con unos treinta museos, la mayoría están situados en el mismo centro histórico. Museos que llevan nombres importantes como el de Picasso y el museo Carmen Thyssen, o el  Centro de Arte Contemporáneo.

 Hay otros menos conocidos pero apetecibles en estos días destemplados de febrero, que también nos inician en el legado artístico de la ciudad. Tienen una atracción especial estos museos que se mantienen en silencio, casi inadvertidos, con una imagen acogedora de hogar. La casa-taller de Pedro de Mena, imaginero del siglo XVII, es uno de los pocos inmuebles domésticos que se conservan de ese periódo en Málaga. Fue restaurada en su configuración original y habilitada por encargo del Ayuntamiento. Con esto consiguió recobrar su corazón y sus méritos artísticos. El edificio tiene un patio central rodeado de galerias cubiertas y una gran puerta de cuarterones que da entrada a la escalera de dos tramos que lleva a la planta primera y a la planta superior. Ahora es Patrimonio histórico y un referente cultural. En ella se ha instalado el museo Revello de Toro.


De las ciento cuarenta y dos obras, óleos, bocetos y dibujos, que fueron cedidas por el pintor malagueño Felix Revello de Toro, ciento cuatro forman la colección permanente del museo. Retratos de su entorno familiar, de su esposa y de su hija; bodegones y naturalezas muertas, además de algunas muestras de su etapa inicial en acuarelas y en pastel, nos dan a conocer a un artista de gran creatividad, sensible y preciso en su trabajo. Es principalmente conocido por la elegancia con que retrata la belleza de la mujer, inspiradora de la mayor parte de sus obras. El poeta Manuel Alvar decía que las mujeres de Revello de Toro son la imagen de lo que él que querido que sean, de lo que, por ellas, queremos que sean, aunque tal vez se reduzcan a algo que no son.

 Sumida en el sueño, de trazos suaves y de una sinfonía de blancos que envuelven delicadamente a la modelo, es el trabajo más estimado por el pintor y ocupa un espacio reservado en el museo. Mención aparte merecen sus dibujos y bocetos, a lápiz y al óleo, que están expuestos en grandes vitrinas especialmente diseñadas. La serie Doce rostros de Mujer destaca por la gran maestría con que está realizada. Por expreso deseo del pintor todas sus obras han sido cedidas a la ciudad donde nació para que queden expuestas permanentemente.

 Por último visitamos en la planta baja la Sala Memorial dedicada a Pedro de Mena y Medrano. Un audiovisual nos detalla su nacimiento en 1626, la juventud y formación en Granada, los principales momentos de su vida como su matrimonio y el establecimiento definitivo en Málaga con la misión de terminar la sillería del Coro de la Catedral. Su obra, que se encuentra muy dispersa geográficamente, es de imaginería religiosa a excepción de las esculturas de los Reyes Católicos para las catedrales de Toledo y Málaga. Pedro de Mena ha quedado en la memoria de los malagueños por el Crucificado, el Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, que realizó para el convento de Santo Domingo alrededor de 1665 a 1670. La desapareción de la imagen durante los trágicos acontecimientos del año 1931 aumentó su veneración y la rodeó de un halo mítico. El Cristo que ahora desfila por las calles de Málaga en la noche del Jueves Santo no es una copia exacta del de Mena, aunque se le conoce con este nombre.

Decía el filósofo e historiador alemán Samuel Pufendorf, que la cultura es todo lo creado por el hombre. El museo es el testimonio material de esa cultura; su fin es conservar y darla a conocer poniéndola al alcance del hombre. La ciudad es otro testimonio. Tiene su propio lenguaje; cada rincón, calle, edificio, pliegue en el asfalto, nos habla de su origen y su historia, explica su pasado y confirma su presente. Nuestra misión es entonces asumir los valores que nos transmite, reconocer su diversidad y transmitirlos. En el fondo se trata de nuestra propia historia. De todas formas quedan museos por recorrer y mucha cultura a la espera de un diálogo.





Pedro de Mena

viernes, 2 de marzo de 2012

Retrato de un estilo de vida alegre y descarada

Banquete de los arcabuceros



Pareja bailando




Si pensamos en la Holanda del siglo XVII vemos a un país aún en rebeldía, pero ya en sus últimos años de lucha por conseguir su independencia y liberarse del poder central en Madrid. También la Iglesia llevaba ya algún tiempo en guerra. El movimiento de reforma había traído el protestantismo, que encontró su arraigo en los territorios del norte holandés mientras que los católicos quedaban en el sur. Los protestantes calvinistas, sobrios y obstinados en su resistencia e impulsados por las necesidades que sufrían y por el odio hacia los privilegios que gozaba el clero, hicieron desaparecer toda mística religiosa limpiando de imágenes, obras de arte, pinturas y otros inecesarios lujos en abadías, conventos e iglesias. Ya nada distraía la atención de los feligreses.

Sin embargo, no todo fueron conflictos. Aunque la contienda duró ochenta años, hubo sus momentos de calma e intrigas, alianzas, asedios y treguas, y desde principios del siglo empezó a notarse un cambio en la situación a favor de las provincias holandesas. Las ciudades crecieron y la industria y el comercio se incrementaron desde que en 1602 se estrableció la Compañía holandesa de las Indias Orientales, la sociedad mercantil más grande y poderosa de su época, que se hizo con el monopolio del comercio entre Europa y Asia. Desde este momento comienza un tiempo de prosperidad que da lugar a lo que será llamado el siglo de oro holandés.

Con el desarrollo económico crece también el interés por las ciencias, la literatura y las artes. Los holandeses fomentaron en gran manera sus preferencias por la pintura. La burguesía adinerada disfrutaba de enormes fortunas y vivía en grandes casas señoriales. Tenía dinero de sobra para rodearse de productos de lujo con los que poder competir en su rango social. Un modo de hacerse notar era la adquisición de obras de arte, muebles, tapices y porcelana. Los cuadros eran también algo muy deseado como objeto decorativo. La pintura estaba al alcance de la clase media, dejó de ser un privilegio de los más ricos, aunque los grandes maestros estaban reservados para la élite. En casi todas las casas disponían de suficientes cuadros para cubrir las paredes. La pintura dejó de ser un privilegio de los más ricos y así creció un mercado intenso y variado de este género.

El arte de la pintura en la Holanda del siglo XVII se destaca por su realismo y exactitud, aunque no sólo el carácter y la técnica son los determinantes de su difusión sino la enorme cantidad de obras que se realizaron en ese período. Rembrandt es un ejemplo de esa fertilidad. Muchos pintores se especializaron en un determinado estilo, bodegones, paisajes, vistas de una ciudad, retratos, escenas de la vida diaria social y familiar. Este último género alcanzó una gran popularidad en el siglo de oro holandés. Artistas como Jan Steen pintaron escenas de la vida del hombre corriente en alegres y sencillas representaciones como fiestas campesinas, escenas caseras y familiares. Obras que dan una imagen realista de la vida, pero que también encierran una crítica sobre las reglas de comportamiento y los chiflados que no hacen caso de ellas.

La vida en el siglo XVII no parece que haya sido aburrida. Tanta prosperidad, tanta riqueza tuvo como resultado una vida más alegre de fiestas y celebraciones, que les dió la reputación de saber festejar y beber como nadie. El museo Frans Hals en Haarlem nos invita a acercarnos, de una manera divertida, a ese tiempo a través de unas cincuenta telas que forman la exposición El siglo de oro celebra fiesta. Desde los burgueses acomodados hasta los campesinos más pobres, todos celebraban esa época de bienestar y desarrollo. Las clases altas querían, junto a sus raíces calvinistas, presumir de sus riquezas y encargaban retratos que los representaran con fastuosidad y poder. El caballero sonriente es un precioso retrato del pintor Frans Hals; aunque su postura es seria y distinguida, la sonrisa del caballero suaviza su condición.

Junto a imágenes elegantes de fiestas en jardines, reuniones musicales y banquetes están las escenas de bailoteo, de beber y de vociferar de la clase más popular de la población; reuniones en el entorno familiar, festines, ferias, carnavales, escenas en los mesones, ebrios campesinos con los pantalones sin abrochar que bailan con los brazos en el aire, otros tirados por los suelos con la ropa en desorden, damas danzando con elegancia, aristócratas en históricos trajes. Mary Stuart, princesa de Orange, está retratada para asistir a una baile de máscaras como una princesa india del Amazona, con un manto de plumas de ibis, perlas y un turbante de grandes plumas y piedras preciosas; un jóven negro a su lado le da un tinte exótico a esta mascarada. Interesante contraste en un país en plena fiebre calvinista.

No son de extrañar estos disfraces. En realidad en todas estas obras se muestra una doble moral. De un lado el distanciamiento de las clases altas de los comportamientos pueblerinos y groseros y al mismo tiempo la envidia hacia la libertad y los excesos con que la clase baja podía comportarse en fiestas y celebraciones. Aquel que quiere burlar las reglas tendrá que hacerse pasar por un labrador y mezclarse con el pueblo. En Pareja bailando de Jan Steen vemos al poeta Lucas Rotgans, Amsterdam 1625-1679, en una fiesta campesina; su pareja es la hija de un regente. Ambos están vestidos de labriegos y hacen como si no se conocieran. Jan Steen, Richard Brakenburgh, Frans en Dirck Hals, Jan Molenaer, Cornelis Dusant, muestran en sus pinturas el jolgorio y lo descarado de esas fiestas; en los detalles encontramos la diversión.

Ya cuando nuestros cuerpos empiezan sentir el cansancio de tantos festejos nos encontramos con los restos de un lujoso banquete. Sobre el mantel varios candelabros de plata, vasos a medio llenar, garrafas de vino, jarras volcadas, bandejas de cristal con algunos trozos de pan, queso, ostras. Hay fruta esparcida por la mesa y servilletas arrugadas y en el suelo algunos cubiertos que quedaron caídos. Los oficiales de la Compañía de San Jorge acaban de dar buena cuenta a este opíparo almuerzo.

La exposición deja ver otro lado de la Holanda trabajadora del siglo XVII, la cara alegre, la gente que va de fiesta y que además se desenfrena. Pero esto lleva a un montón de excesos que también tienen su lugar en las telas, como son ligar, bailar, beber y vomitar. En realidad algo que es de todos los tiempos.

Publicado en el mes de febrero de Alenarte:

jueves, 26 de enero de 2012

Conociendo China


El siglo de oro en China


en http://alenarterevista.net/


Unas cuantas granjas y un convento de religiosas de la Orden del Cister, eso fue en el siglo XIII el origen de Assen, en el norte de los Países Bajos. Hoy es la capital de la provincia de Drenthe, pero quizás nadie habría oído hablar de ella si no fuera conocida por ser el lugar donde se celebra el Gran Premio de Holanda de motociclismo. El Circuito de Assen, que también recibe el nombre de Catedral del Motociclismo, fue inaugurado en 1955 aunque la primera carrera ya se efectuó en 1925 sobre carreteras cercanas. El motociclismo no es un deporte al que yo tenga afición. No entiendo de modalidades, ni tampoco de categorías ni de cilindradas, y, a pesar de que la velocidad puede ser emocionante, no es eso lo que me atrae hoy hasta aquí.


Assen tiene el carácter tradicional holandés de una pequeña ciudad de provincia. Las calles son tranquilas y ordenadas. Hay tiendas y cafeterías, edificios nuevos junto a los de más tradición, algunos canales, puentes, plazas, y naturalmente bicicletas. Pero lo que realmente es el símbolo de Assen desde hace más de un siglo es su museo, uno de los más antiguos de Holanda, situado en el lugar que ocupó el antiguo convento cisterciense que anteriormente nombré. Después de una gran reforma y la construcción de nuevas salas, ha sido abierto de nuevo al público en el pasado mes de noviembre por la reina de Holanda, Beatrix. En este moderno entorno se presenta la exposición El siglo de oro en China, tesoros de la dinastía Tang, 618-907 dC


Alrededor de ciento cincuenta objetos en cerámica, plata, oro, cobre y piedra entre otros materiales, muestran la profesionalidad y la capacidad desarrollada en esos tres siglos, tiempo de florecimiento de la cultura china. Hay extraordinarias imágenes esmaltadas en ricos y brillantes colores de hombres y bellas damas de delicadas formas, músicos a caballo, camellos con equipaje, pinturas murales que muestran el ambiente de la vida en la Corte china, joyas y objetos de uso diario. Todo lo que está expuesto da muestra de la actividad de una gran ciudad.


Chang`an, hoy día Xi`an, estaba situada en la Ruta de la seda, que recorría el país como una arteria de cultura, religión y comercio. Mercaderes y comerciantes llegaban a China desde todas partes del mundo de entonces. Era la capital asiática más grande de la época y llegó a contar con más de un millón de habitantes. El período durante la dinastía Tang, que alcanza desde el año 618 al 907 dC, está considerado como uno de los momentos cumbres en la civilización china, obteniendo cultural, social y económicamente el más alto nivel. Tiempo de grandes emperadores, entre ellos una mujer, la más poderosa de su época, Wu Zestian 690-795, concubina desde que tenía 12 años del emperador Taizong y que llegó a ocupar oficialmente el trono del dragón. También fue uno de los personajes más despiadados; no evitó muertes, conspiraciones, policía secreta y manipulación.


La impresión con bloques de madera impregnados de tinta en este período es uno de los grandes descubrimiento de la antiguedad. De esta manera se podían conseguir innumerables copias. Así se distribuyeron muchos escritos budistas y trabajos clásicos chinos que aún se leen. Lo espiritual y lo cultural, hermanados, alcanzaron un gran desarrollo.


La poesía también tuvo su edad dorada durante la dinastía Tang. Poetas como Wang Wei o Li Po se dejaron inspirar por los sentimientos y la naturaleza. Del poeta He Zhizhang son los siguientes versos:


Tus troncos son verdes jades tallados.
De tus ramas cuelgan miles de cintas de seda.
¿Quién ha confeccionado estas hojas tan preciosas?
Las tijeras del céfiro primaveral de febrero.


Leyendo este poema me parece estar delante de un óleo; la palabra es el pincel que deja una estela de sentimientos y sensaciones sobre el lienzo.


La dinastía Tang empezó a perder prestigio en la primera mitad del siglo IX y una serie de revueltas y adversidades económicas resultó ser el comienzo de su desintegración.


Hasta el 15 de abril próximo, fecha en la que termina la exposición, el museo nos acerca al siglo de oro de una civilización que sorprende y que sin duda era muy superior a los países del Oeste. Ahora y hasta la primavera en el centro de Assen, columnas, luces, farolillos, adornos en los escaparates y signos en el idioma mandarín, alegran las calles de la ciudad y ponen color y un acento oriental en el ambiente de esta ciudad holandesa.



http://www.youtube.com/watch?v=WodoETXFgE8
http://www.degoudeneeuwvanchina.be/


miércoles, 11 de enero de 2012

Tres artistas españoles en Scheveningen

Andreu Alfaro





Arte



Cuando el
Espíritu
Se desvanece
Aparece
La
Forma.
(Charles Bukowski 1920-1994)



Cerca de La Haya, en los Países Bajos, existe un lugar que fue un pueblecito de pescadores con el difícil nombre de Scheveningen. A mitad del siglo XVIII se instaló cerca del mar una casa de baños, donde el público podía discretamente hacer uso de bañeras con instalaciones de agua fría y caliente. El interés por el aire puro y los baños de mar que empezaban a estar de moda le dieron un enorme éxito, hasta que con la llegada de principios del siglo pasado y las preferencias por los balnearios, comenzaron a construirse grandes y elegantes hoteles y un amplio paseo marítimo, convirtiéndose así en la playa de moda.

Esta costa del Mar del Norte ha estado dominada en el pasado por grandes mareas que cambiaban su fisionomía y se llevaban parte de lo construido. Además, durante la II Guerra Mundial la zona costera sirvió como línea de defensa para los alemanes. Gran parte del balneario y del antiguo pueblo quedaron en ruinas. El ejército invasor cavó trincheras y galerías de protección, las calles perdieron el pavimento y a lo largo de la costa se construyó un muro de cemento para detener el avance de los tanques aliados; esto explica las nuevas edificaciones de después de la guerra.

También de este tiempo, muy cerca de la playa y formando una unidad con las dunas en el paisaje, es el museo Beelden aan Zee. En realidad es un anexo construido al Paviljoen Von Wierd, un pabellón real de verano de 1827. En los años siguientes sufrió varias reformas, hasta que en 1994 quedó instalado el museo. Con la condición impuesta por el ayuntamiento de no ser visible por encima de las dunas, es en gran parte subterráneo, con terrazas que tampoco son visibles desde la playa ni desde el paseo marítimo. No es de extrañar que se necesite tiempo para encontrar la entrada. Sin embargo, hay mucha luz en el museo por los muchos orificios distribuidos en el techo. Beelden aan Zee es un museo dedicado exclusivamente al arte escultórico, en especial la escultura moderna internacional. La colección fue fundada por el matrimonio Theo y Lida Scholten que en 1969 compró la primera obra. Hoy día abarca unas mil esculturas, la mayoría de la segunda mitad del siglo veinte.

Hasta el 29 de enero próximo el museo expone una selección de estas obras. Hay grandes y pequeñas esculturas hechas por conocidos y desconocidos escultores de todo el mundo y realizadas con los más diferentes materiales. El hombre -la imagen del hombre- es el tema central en la exposición, que nos muestra lo divertido que es coleccionar y lo mejor del arte escultórico moderno. Obras de Armando, Stephan Balkenhof, Toni Benetton, César Baldaccini, Sorel Etrog, Mimmo Paladino, Marc Quinn, Ossip Zadkine y los hermanos Shan Zhou y Huang Zhou -entre otros- están catalogadas en cuatro temas; icono, como motivo de inspiración, fragmento, una colección de partes del cuerpo humano, material, la diversidad del material empleado, y por último la forma, que es también un criterio para la colección.

La mención especial la reservo para la presencia española en el museo. Andreu Alfaro, valenciano, escultor autodidacta. Viajó a la exposición de Arte Moderno en Bruselas y París en los años cincuenta y se sintió atraído por el vanguardismo. Después de esto hace sus primeros guaches abtractos y esculturas de alambre y aluminio. Su obra Bailarina II en hierro, dos líneas que parecen danzar en el aire tanto horizontal como vertical, representa la figura de una mujer entregada a la danza; consigue una realista y dinámica interpretación del movimiento y la elegancia. Es una de las obras expuestas que más llamó mi atención. Venancio Blanco, de Salamanca, con Segador, una escultura en bronce muy expresiva. Se da la curiosidad de que esta relativamente pequeña figura, es la primera obra que el matrimonio Scholten compró para comenzar su colección. Parece estar hecha de recortadas piezas. Otra escultura de mi predilección.

Por último, el tercero de los escultores españoles, Jaume Plensa, barcelonés, conocido por sus monumentales esculturas de hierro. Otros materiales que usa son restos metálicos, cristal, alabastro, poliéster, cemento, luz y sonido. La obra, un busto titulado Home, hierro y poliéster, muestra en el gesto de la cabeza y de la mano lo dramático de la existencia humana. Las curvas e irregularidades del material dan tambien expresividad a la figura. Jaume Plensa muestra aquí que el hierro se presta de una manera excelente para conseguir las formas humanas.

En el siglo XVI, Giorgio Vasari, -arquitecto y pintor, pero más conocido por su literatura- escribió: el escultor saca todo lo superfluo y reduce el material a la forma que existe dentro de la mente del artista. Exactamente eso han hecho los artistas que hoy visito en el museo; han moldeado lo primitivo del material hasta conseguir darle forma, utilizando diferentes técnicas, materiales y métodos como lenguaje para conectar con el público. Las superficies, los perfiles, los valores táctiles, el color, el acabado, nos transmiten sensaciones y piden comprensión. Este es el proceso creativo que conocemos con el nombre de Arte.




(publicado en el mes de diciembre en: http://alenarterevista.net/)

miércoles, 4 de enero de 2012

Mi lista de deseos

Fray Angélico, Adoration



En noches como ésta
le pido al año un tránsito sin resistencia
acompañado de burbujas de diáfano color.
Le pido al año ternuras fértiles,
un lenguaje estratégico y no sujeto a tributos ni a modas,
que sepa cómo pagar la deuda de los silencios y de las horas sin dormir.
Le pido que quiebre la melancolia,
y la transforme en sonrisas con rapidez,
que haga llorar al miedo
y a los futuros comprometidos,
que narre fantásticos cuentos con un lenguaje obediente,
-solidario con gramáticas y diccionarios-
que no exija fronteras y calme el eco amenazador,
que haga héroes a los niños,
que trueque sueños en regalos
envueltos en cintas de seda y papel de celofán.
Pido que me proteja de aves oportunistas
-tramposos pájaros de corral-
fantasmas de diseño pálido y estructura que se resiste
entre las líneas trazadas en una hoja de papel.

En noches como ésta seguiré pidíendo al año:
que haga de las estrellas espejos,
un Camino para andar,
pediré lencería en seda roja,
una carícia, un temblor,
que vista de azules mi desnudez,
un puñado de palabras, voces, sonidos, ecos que perduren,
música para acicalar los días,
lunas, nubes, momentos, letras para escribir,
magia para hacer verdad todos los destinos,
y gaviotas que recuerden el aire sobre mi piel.