Francis Millet

Francis Millet

jueves, 29 de diciembre de 2011

El año que siempre llega

Felíz 2012




Vuelve entre delirios de relojes y arrepentimientos. Tan atractivo como todo lo nuevo, sus promesas de una distinta fortuna me retienen con palabras de felicidad y éxito; todo un brindis que me seduce. Sensaciones que me acercan al pálpito de las mejores cosas que yo busco con empeño. Aunque no tengo prisas, es él quien me impone su presencia en noches compartidas con imágenes de cambios y diáfanos amaneceres, pasión in crescendo hasta un futuro que tendrá una conjugación perfecta, un carpe diem tan deseado siempre, una constante hacia lo eterno, que me olvido de estos días blancos en los que necesariamente tengo que dejar huellas. Tránsito que se insinúa con la impronta de los meses y la evidencia tenaz de lo distinto. Cuando se acabe su estímulo me arroparé en trémulos reproches, y él volverá de nuevo a robarme el espacio con la esencia de un declive armónico y sincronizado. Su tiempo se hará entonces pretérito.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Nuevos paisajes





Museo Histórico de Deventer
Los Países Bajos

Desde hace siglos los paisajes han servido de inspiración en el arte. En algunas tumbas de los nobles del Antiguo Egipto se han encontrado grabadas, y más tarde pintadas, escenas paisajistas, de ceremonias y de caza. También en las ruinas de Pompeya y Herculano se descubrieron frescos romanos con paisajes del siglo I a.C. En China y Japón existen desde el siglo V pinturas con este tema; del siglo X es Mansiones en las montañas del Paraíso, de delicados trazos, del artista chinoTung Yuan. De cualquier forma este género no estaba muy valorado; sólo los bodegones quedaban un escalón inferior.

Al principio los paisajes servían de fondo en escenas pictóricas. En la Edad Media, fue Giotto uno de los primeros en aplicar en sus obras estos nuevos escenarios. Ambrogio Lorenzetti los creó en sus Alegorías del buen y mal gobierno, un conjunto de tres frescos para el Salón de los Nueve, en el ayuntamiento de Siena. Ya en el siglo XVI las acuarelas de paisajes de Alberto Durero y la presencia de una naturaleza dominante en las obras de Van Eyck, de Joaquín Patinir –considerado el maestro del paisaje– y Pieter Bruegel fueron imponiendo los paisajes como un género propio sujeto a tendencias y estilos, hasta convertirlos así en el tema principal de un lienzo. El género paisajista se consolidó en la pintura flamenca de los grandes maestros holandeses en los siglos XVI y XVII. Los paisajes del país, sus líneas horizontales y rectas, el clima, los cielos y las nubes, la cercanía del agua, mar, canales y ríos, marcaron el carácter de las obras de pintores como Hendrick Avercamp, con el detallismo que dotaba a sus cuadros, los cielos y horizontes interminables de Jan van Goyen, la sensibilidad en el pincel de Jacob Ruysdael y el gran maestro del barroco, Rubens, que supo maridar al hombre y la naturaleza con acertada precisión.

También el paisaje urbano ha encontrado su lugar en el arte de la pintura. Sus raíces pueden estar en algunos frescos romanos descubiertos, igualmente, en Pompeya. Ciudad junto al mar, fresco pintado hacia 1335, de Ambrogio Lorenzetti, se considera como el primer paisaje urbano que se ha realizado. Pero, a pesar de esta preciosa obra y de otras de pintores tan importantes como Piero della Francesca, Albrecht Altdorfer, Hans Memling, y la pintura minuciosa de Jan van Eyck, Virgen del Canciller Rolín, el paisaje urbano no alcanza un merecido protagonismo hasta llegar a la Escuela de Delft en la segunda mitad del siglo XVII.

Johannes Vermeer nos dejó dos muestras bellísimas de este género; Vista de Delft y La callejuela. Después llegarían sucesivamente el siglo XVIII con el Vedutismo y Canaletto, más tarde pintores impresionistas como Pissarro y Monet, la Avant-Garde, Mattisse, Chagall, lo abstracto y lo experimental. Una producción artística que nos traslada su lenguaje, en ocasiones pionero, otras inventivo y audaz, siempre identificada con el paso de los tiempos. Toda una muestra pictórica que parece no tener fin.

Los paisajes, tanto rurales como urbanos, cambian. Donde antes existía un sendero hoy pasan autos por una autopista. Los campos se modernizan y las ciudades crecen. Gavillas de trigo y vacas en los prados son sustituidos por turbinas eólicas o mástiles de alta tensión, pero el paisaje era y sigue siendo una fuente de inspiración para los pintores. Incluso los cuadros más actuales envejecen rápidamente por el empleo de diferentes técnicas en la pintura. De esta manera surgen los nuevos paisajes. Este es el nombre de la exposición que hasta el 19 de febrero está abierta al público en el Museo Histórico de Deventer. Aproximadamente unos cien cuadros de los setecientos cincuenta donados al museo por la familia Knecht-Drench, que fueron coleccionados desde el año 1900.

En estos lienzos se muestra el cambio que han experimentado Los Paises Bajos durante algo más de un siglo. Junto a las obras representativas de tiempos pasados –carros de heno, campesinos con arados, molinos, granjas y casas con fachadas escalonadas– cuelgan nuevos paisajes, obras que han sido específicamente encargadas para esta exposición a tres artistas holandeses. Así pintó Robert Vortman la monumental vista de una ciudad moderna (Rotterdam) con una mezquita en primera línea del cuadro, en contraste con las muchas iglesias que aparecen en otras pinturas del museo. Willem van der Hofstede quiere hacernos ver que también podemos encontrar arte hoy día en la calle y nos pinta, con un estilo realístico y casi fotográfico, un gran terreno excavado para edificar, la maquinaria de obra y la actividad de los obreros. Y por último el pintor Fred Thoolen escoge el campo para mostrar la imagen de la nueva agricultura; un prado con una máquina dosificadora de fertilizantes es el resultado.

Ante estos nuevos paisajes surge la pregunta de si cualquier escena pintoresca puede embellecerlos. ¿Afean las turbinas y las máquinas los campos, podemos ver arte en los andamios y metálicas construcciones en la ciudad? En cualquier caso el artista da al tema un lugar preferente en sus cuadros, y la exposición la posibilidad de hacer una comparación. Como podemos leer en el programa del museo, quizás dentro de unos cien años los parques eólicos y las excavadoras pertenezcan al patrimonio protegido.


Publicado en: http://alenarterevista.net/

jueves, 17 de noviembre de 2011

Magdalena Moons y Francisco Valdés




En este óleo de Simón Opzoomer (aprox.1580) Magdalena Moons suplica a su prometido Francisco Valdés, capitán del ejército español en Los Países Bajos, posponer una noche el asalto a Leiden (1574)

El pintor hace destacar la posición de Valdes colocándolo en un prominente lugar como personaje central del cuadro. Acentúa la diferencia entre ambos en el contraste de colorido en la vestimenta, ajustado y brillante de Valdés y amplio y oscuro en el de Magdalena. Se permite una única excepción: el rico encaje blanco del vestido de la dama.

Magdalena y Francisco Valdés se casaron después de 1574 en Amberes.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

'Leonardo Da Vinci: pintor en la Corte de Milán'


Todo misterio ...

(Acecha el eco desde lo más recóndito
rompiendo muros de cristal)

El pulso es terco, y la luz empieza a hacer traición
a la mirada, que resiste el declive irresistible de las horas
en  relojes vencidos por el tiempo.
Mientras, cerrado el círculo tenso de su nombre,
va marcando límites y borra lo que guarda en la memoria,
sometiendonos.
Somos niños dispuestos a obedecerle.

lunes, 31 de octubre de 2011

Acercándonos a Thánatos




En la oscuridad deciden los dioses


Deberíamos tener prohibido asomarnos al espejo de la historia, pero lo hacemos sin que tengamos regla impuesta. La luz que buscamos nos muestra enmohecidas lunas y un exceso de hastío e equivocación. Esto – tu y yo lo hemos escrito muchas veces – no conduce a nada. No, la luna no quiere que veamos al que escribe, a ese poeta olvidado en su melancólica aura, que quiere hacer vivir a la poesía, mantenerla con el néctar de las palabras, savia que regenera a la agotada literatura. Quiere protegerla de la devoción que ella tiene a Thánatos. ¡Es la misión del escriba! De ahí que le lleve a defenderla de las sombras que se divisan en la otra orilla. Pide tiempo y prefiere pagar más de lo que pide Caronte para dejarla en vida otros cien años más. De ahí la sumisión constante a la dioses, la ciega confianza con que el poeta se dirige a ellos. El desengaño lo confunde con el asombro: un final donde se ha destruido el tiempo. Sentimientos que huyen ante la bestia enrabiada. Se pierde el amor filial. Ante todo esto: ¿qué más puede mostrarnos lo reflejado en el espejo? Ni siquiera tendremos el bálsamo que suavice su personalidad oscura, que se enriquece de suspiros y lágrimas.


Y mientras tanto se regocija Thánatos. Sabe que hay poetas que seguirán cantándola, será mito, magia, impulso, decadencia, destino, miedo, lápida. Hasta tendrá para algunos una enloquecedora atracción. Lo seguro es que tenemos la partida perdida, por encima de que haya una siembra de esperanza, De nada servirá, el tiempo seguirá su trayectoria infinita. Lo único que podríamos hacer es intentar no cruzarnos con ella, pero en esto no tenemos el poder: son los dioses quienes deciden. Y ella sigue ahí, pasando de una orilla a otra con su mejor cómplice, la victoria.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Soledades


Pedro Lira Rencoret (Chile 1845-1912)




Me encontró la noche a solas con mi incertidumbre,
olvidada la luz y la noción del tiempo, huérfana de palabras,
extrañando tu voz en el oscuro silencio.
La realidad de esta desolada espera borró los sueños de mis recuerdos,
doblegando los deseos que brotaban en el corazón.


¡Qué larga se hace la ausencia!



domingo, 2 de octubre de 2011

Tiempo en fuga



Intento seducir al tiempo.
Lo necesito,
loca quimera que debilita el aire
y deja facturas en el vértice de las fuerzas.
Lo reclamo,
como un juego de sombras y ambiciosa geometría,
conjugación perfecta
que provoca amaneceres en las arterias del sueño
como algo inalcanzable.
Agonía de un camino
mas allá del poder de los dioses,
tiempo eterno de Chronos
que nutre la falta de ternuras del mal entendido futuro,
lo primigenio de los pasos
y la fugitiva reserva de tantos calendarios.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Las ofertas de verano

en: http://alenarterevista.net/




Ha vuelto a habitar la ausencia,
a dotar perdones y sueños,
palabras que parecían dormidas,
sin apellidos
en la cuna del lenguaje.
Recuerdos, gaviotas, azules,
acordes que marcaron los pasos
naúfragos en un mar en desorden
entre quiebros de lunas y sombras sin nombre.


Me gusta el mes de septiembre. Tiene el sabor dulce de los membrillos y el color dorado cálido que nunca falta en la paleta de todo aquel que se siente artista. La llegada de septiembre me hace desear el fin del verano con el aire grávido de tormentas y rápidos chaparrones, la vuelta a la realidad que a cada uno de nosotros nos corresponde. Este ha sido un verano extraño de lluvias inesperadas y repentinos calores extremos, lunas redondas y empacho de bodas. Ha sido un tiempo de encuentros y de chiringuitos, de indignados y de políticos, de acampadas y de protestas, de dimes y diretes. Entre tanta oferta, a la ciudad le es difícil mantener el equilibrio para sacar de la rutina todos los que la visitan. Inmersa en el lenguaje y el ritmo que le impone esta época veraniega, tiene que mostrarse jovial y generosa de luz, con calles alegres y festivaleras, con bares y restaurantes según las últimas usanzas y tiendas de moda que enardecen toda pasividad.

Una manera diferente que la ciudad tiene para darse a conocer es el arte. Aunque el arte es aquello que establece sus propias reglas, según opina Friedrich Schiller, estas cambian con el paso del tiempo. Es por tanto un medio idealizado de transmitir ideas y tendencias y hacerte sentir emociones, acercándote por un lado a lo técnico y práctico de la obra, y por otro a la cultura, las costumbres y el ambiente, lo que es lo mismo que darte a conocer la vida y la historia de un país. Esto es precisamente lo que hace el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga; su misión es difundir el arte local y a los artistas contemporáneos.

Encontré este museo al final del parque malagueño, a los pies de la Alcazaba. Un edificio adaptado a sus necesidades pero conservando la estructura original. El patrimonio, que es la base del museo, está formado por más de 4000 obras de las que se han seleccionado unas 90 para exponerlas permanentemente. Su objetivo es mostrarnos la relación del museo con la ciudad en un recorrido por sus tres grandes salas. En la primera de ellas nos acerca su pasado desde la incorporación de Málaga a la Corona de Castilla, con dibujos, documentos, estampas y planos.

Esta sala expone también piezas de la colección desde el siglo XV al XVIII. Están presentes obras que representan al barroco con piezas de especial importancia y que se relacionan con el Dogma de la Inmaculada, como un estandarte del siglo XVII y una Inmaculada atribuida a Fernando Ortíz del siglo XVIII. La sala 2 está dedicada al siglo XIX, época de florecimiento económico, industrial y cultural de Málaga. El atractivo principal está en las obras de temas y lugares específicos malagueños como es La moraga, de Horacio Lengo, Los Gaitanes, paisaje de Federico Ferrándiz y Pidiendo auxilio, de Verdugo Landi. Hay un espacio reservado para el jóven Picasso. Pablo Ruiz Picasso solía acudir al Museo Municipal para realizar ejercicios de copias. Un ejemplo es Colón en la Rábida, realizada en 1895, para el que tomó como modelo una obra de José Ponce Puente, préstamo temporal del museo Picasso de Barcelona.

En la sala 3 encontramos lo representativo del siglo XX, formado por pinturas, esculturas, obra gráfica, carteles y fotografías. Merece especial mención la colección monográfica sobre Picasso con libros ilustrados, dibujos, cerámica y gráficos. En esta misma sala hay un espacio reservado a las diversas generaciones artísticas malagueñas en este siglo.

En estos días de verano hay una exposición temporal en el museo -Málaga en la pintura del siglo XIX- con la ciudad como protagonista. Volver a andar los paisajes y revivir costumbres a través de los diferentes óleos que la colección presenta, tiene para mí el suficiente interés para acudir al museo. Acepté su oferta sin reparos. Quizás es este deseo mío de poner imágenes a la ausencia, lo que me hace imaginar una literatura y dotarla de sueños y de palabras. Cada una de las obras expuestas tiene su propio relato. Con El fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert, en las playas de San Andrés y La llegada de Alfonso XII, de Herrera y Velasco tengo acceso a la historia. En Noche clara en la Caleta, de Muñoz Degrain, reconozco la voz de un tiempo que parece dormir entre quiebros de lunas y sombras y el crepitar del fuego en la playa. La Hoya de Málaga, de Denis Belgrano, me llena de nostalgia añorando los cultivos de antaño en la vega malagueña. El trabajo de artistas como Moreno Carbonero, Verdugo Landi, Herrera y Velasco, Emilio Ocón, Ferrándiz, entre otros, reflejan el ambiente, el entorno y las costumbres de la tierra, siempre en continuo diálogo con el espectador para darle a conocer la identidad de esta capital andaluza.

Salgo a la calle; allí me espera la realidad de un día que todavía lleva nombre de verano. Las imágenes que he visto, paisajes, formas, líneas y colores –las mismas que inspiraron a los pintores- cobran ahora movimiento y sonido. El ambiente en la ciudad, las prisas de la gente, el tráfico y el ruido están en contraste con el sosiego que encontré en el museo. El tiempo las ha hecho crecer en complicidad; son fieles a lo real y están abiertas a una nueva manera de percibir la vida.


domingo, 18 de septiembre de 2011

Nostalgia del Camino


Foto:  Salida de Santiago, caminando hacia Finistere


MADRIGAL A LA CIUDAD DE SANTIAGO
De Federico Garcia Lorca



Llueve en Santiago
Mi dulce amor
Camelia blanca del aire
Brilla entenebrecida al sol
Llueve en Santiago
En la noche oscura
Hierbas de plata y de sueño
Cubren la vacía luna
Miro la lluvia por la calle
Llanto de
piedra y cristal.
Mira en el viento desvaído
Sombra y ceniza de tu mar.

Sombra y ceniza de tu mar
Santiago, lejos del sol
Agua de la mañana antigua
Tiembla en mi corazón.

viernes, 19 de agosto de 2011

Me voy al Camino


Burgos

Del 21 de agosto al 10 de septiembre estaré en el Camino de Santiago.

***

Un alto en el Camino

Amanece,
y la luz se hace peregrina
en la alborada silueta del camino.
Nada está inmóvil,
vibra el silencio
con el eco dejado por tantas palabras,
voces amigas
que me guían por senderos desbordados de historia,
huellas de los que pasaron,
surcos en el tiempo
de aquellos que me precedieron,
paisajes que sobreviven
en el verde amable asomado al otoño.




Mi primera peregrinación:
O Cebreiro, 20 septiembre 2007

viernes, 12 de agosto de 2011

Lucas van Leyden y el Renacimiento



Museo De Lakenhal
Leiden (Los Países Bajos)


Cuentan las crónicas de este país que Carlos de Habsburgo, el futuro emperador, asistió a una misa solemne en la iglesia de San Pedro en la ciudad holandesa de Leiden. Eran los primeros años del siglo XVI. Con toda seguridad, el joven príncipe fue consciente del lugar donde se encontraba, y atendió, con la solemnidad del momento, a los cantos gregorianos y adornos polifónicos de compositores como Gilles Binchois y Guillaume Dufay. Sin embargo, Carlos no pudo saber entonces que, unos veinte años después de su visita, la obra más conocida del pintor Lucas van Leyden, El juicio final, ocuparía un lugar destacado cerca de la pila bautismal de la iglesia. Se trata de un tríptico, óleo sobre tabla, fechado en 1527, de 300,5 x 434,5 cms. Fue una de las pocas obras religiosas que sobrevivieron el movimiento iconoclasta de 1526 en Los Países Bajos.

Carlos I no pudo verlo, pero yo he tenido más suerte al visitar la exposición que organiza el museo De Lakenhal en Leiden. Por primera vez se muestran juntas las tres famosas tablas (El juicio final, Curación del ciego de Jericó, La adoración del becerro de oro) de Lucas van Leyden, el artista más importante del Renacimiento en Holanda. Lucas había nacido alrededor del año 1494 en la ciudad de Leiden, una de las más grandes en lo que en aquella fecha era Holanda. Ya desde muy joven se le conoció por su talento gráfico y excelente técnica en grabados con temas bíblicos y profanos. Rembrandt, gran admirador del artista, poseía todos sus grabados, y muchos de los aguafuertes de este pintor están inspirados en el trabajo de Van Leyden. Además de sus pinturas y dibujos experimentó con diversas técnicas como la pintura en vidrio; su relación con Alberto Durero, veinte años mayor que él, tuvo gran influencia en su obra. De la misma forma se dejó inspirar por los diseños del italiano Rafael para el estudio de la anatomía de los cuerpos. Con todo esto desarrolló un estilo propio que se conoce por el carácter que dota a los personajes retratados, por los paisajes, la luz y la minuciosidad en las composiciones.

La exposición, con más de 200 piezas traídas también de museos como el Louvre, el Museo Británico y el museo Metropolitano de Nueva York, muestra el trabajo de Van Leyden rodeado de obras de algunos de sus contemporáneos, entre ellos el alemán Durero, Joaquín Patinir de Amberes y el italiano Marcantonio Raimondi. Trípticos de pintores de Leiden, como Aertgen van Leyden y Cornelis Engebrechtsz, forman parte también de lo expuesto.

El Juicio Final, de Lucas van Leyden, al igual que El jardín de las Delicias del pintor Hieronymus Bosch, El Bosco, es una de las obras pictóricas que más impresión ha dejado en mí. En primer lugar por sus dimensiones. La tabla central del tríptico tiene unas medidas de 270 cms. de alto y 185 cms. de ancho, los dos paneles laterales son de 265 cms. de alto y 75 cms. de ancho respectivamente. El tema representado está tomado del Apocalipsis de San Juan. En el centro, Jesús rodeado de sus apóstoles; en la parte inferior de la composición vemos el bien separado del mal. En la tabla de la izquierda, las almas salvadas son llevadas al cielo; a la derecha, los castigados están siendo arrastrados al infierno del que nadie puede escapar. En la parte exterior de las dos tablas laterales nos encontramos a los apóstoles Pedro y Pablo, patrones de la iglesia de Leiden.

Otro motivo de admiración es la luz que desprende la pintura desde los rosas, azules y oro; todo un baño de color para la vista. En cierta manera me ha hecho pensar en la iluminación que encontré también en El jardín de las delicias; aquí el cielo es como una visión y el espacio seduce y atrae. Lucas van Leyden fue también uno de los primeros artistas holandeses que trataron de una manera tan libre el desnudo, cosa casi impensable anteriormente. En el estudio de los cuerpos, en el trazo elegante y en los detalles de sus cuadros se conoce a un pintor que se sentía sin frenos para pintar, seguidor de cambios y nuevas tendencias, un hombre del Renacimiento.

Su verdadero nombre era Lucas Hugensz. Sus primeros pasos en la pintura los dió de la mano de su padre, Huygh Jacobsz, también pintor. Fue un alumno precoz; se sabe que a los doce años vendió el primer cuadro, a los dieciséis ya trabajaba en el taller del artista holandés Cornelis Engebrechtsz y una de sus obras más antiguas que se conocen la realizó cuando solo contaba unos diecisiete años de edad. Sus grabados y dibujos fueron muy admirados ya en su tiempo por su originalidad y estilo. Hoy cuelgan muchos de ellos en los muros azul pálido y gris del museo Lakenhal en Leiden.

Lucas van Leyden murió a la edad de 39 años, después de una larga enfermedad que lo mantuvo en cama, pero él conservó su pasión por el arte y continuó pintando hasta dos días antes de su muerte. Leiden, cuna de otros grandes pintores como Jan Steen, Gabriel Metsu y Rembrandt, bien merece una visita. Universidad, museos, canales y jardines tienen el suficiente atractivo para que el visitante no olvide esta ciudad holandesa. Entre sus monumentos se cuenta la iglesia de San Pedro, donde su obra El juicio final estuvo durante algún tiempo. Durante siglos han sido enterrados en ese lugar prominentes personajes. También Lucas van Leyden descansa allí, a la espera quizás de ese día del juicio final que él nos dejó ver en su tríptico.


publicado en http://alenarterevista.net/

lunes, 8 de agosto de 2011

Regreso a casa (final de las vacaciones)

Frigiliana (Málaga)


Sí, volveré con la caricia del aire
en la movilidad contenida de mis extendidas alas,
abrazando la luz en un intento de descubrir el verde
de la tierra. Su nombre colmará la noche de promesas.



viernes, 10 de junio de 2011

Esperando el verano






Claude Monet

Aún espera mi jardín la caricia encendida, la luz migratoria y cómplice del verano.
Aún espera que cambie el gesto descortés y distante, que repare la faz de un poniente sin sombras y sin nombres.
En mi jardín, lunas que evaden su obligación y nidos que no funcionan,
un parasol depresivo, una rama quebrada, nada;
tanta carencia cercena azules y contradice el aire con presagios de otoños.
Estas tardes ociosas en mi jardín se respira un acento umbrío y cierta humedad
que dota las pupilas de tibias resonancias.
Un vencejo sin conocer el ritual, rosas, claveles y dalias, y un gato, siempre un gato en mi jardín, que implacable no deja de explorar fronteras ineludibles.
Mientras,
en mi jardín,
espera que se haga verdad el relevo perpetuo de los tiempos.


(Yo no lo espero, yo voy a su encuentro en Málaga. Allí estaré hasta finales de julio. !Felices vacaciones!)




martes, 7 de junio de 2011

¿Dónde está la verdad?



Acosada por las dudas
me arrancas de mi entorno,
intentas rescatar de la memoria
la verdad de la pasión que desconoces.

Sólo mis pétalos saben
del sabor de la derrota.

¿Qué buscas más en mí que pueda darte,
si aún siento el dolor en mís raíces?".

martes, 24 de mayo de 2011

Del Neoclasicismo al Biedermeier



(Museo De Fundatie, Zwolle (Los Países Bajos)

Paseando por las calles de Zwolle en este mes gris de febrero, puedo apreciar que la ciudad es un punto de luz en la provincia holandesa de Overijssel. Sus calles, iglesias y edificios, fachadas y restos de la antigua muralla, dan fe de un rico pasado, y tiendas, cafés, restaurantes, hoteles y museos hacen que una visita a este lugar sea verdaderamente interesante. Su historia empieza a conocerse a partir de 1324, cuando un gran fuego destruyó casi por completo la ciudad. Todo lo anterior escrito sobre ella quedó destruido. Por los descubrimientos arqueológicos se sabe de sus orígenes, un asentamiento alrededor del siglo nueve. Después la historia escribe en sus capítulos la Edad Media, la Guerra de los ochenta años, la república, la invasión francesa y así hasta estos días.

Hoy lo que me ha traído hasta aquí es la visita a uno de sus museos, De Fundatie, un edificio de estilo neoclásico que sirvió en su tiempo como Palacio de la Justicia. Hasta el 8 de mayo se expone en varias de las salas una de las colecciones privadas más importantes del mundo. Durante los últimos cuatro siglos la familia real de Liechtenstein ha reunido una extensa y bellísima colección en la que el Neoclasicismo y el Biedermeier ocupan el lugar prominente. Después de pasar por Moscú y Praga llega a Holanda por primera vez. Una única oportunidad a los que se acerquen hasta aquí para conocer todas las obras de que consta.

De sublime, romántico y refinado calificaría lo expuesto. Sé que no todo el público siente la misma admiración por este género artístico. Para algunos, Biedermeier está asociado con lo amanerado, lo pasado de moda e incluso cursi. Sin embargo, para mí tiene algo vulnerable pero armónico, cálido, hasta poético podríamos decir. Las obras han sido colocadas con el mayor cuidado en las salas del museo. Son unos 150 cuadros, esculturas, muebles y cerámica, jarrones y vajillas que vieron la luz en un tiempo de importancia política, las guerras napoleónicas, la batalla de Waterloo y las revoluciones del siglo XIX, con un período de relativa calma donde se consolidó el paso del Neoclasicismo al Biedermeier.

Escenas domésticas, familiares, de caza, de exultantes jardines de recreo, de señoriales residencias, todas tienen su sitio en las pinturas que cuelgan en la exposición. El Neoclasicismo en el esbozo de una pequeña escultura de barro de la madre de Napoleón, Madame Mère -del escultor italiano Antonio Canova- y que podemos admirar en una de las salas, da paso a lo cálido e íntimo del Biedermeier. Pintores como Friedrich Gauermann, Ferdinand Georg Waldmüller, Thomas Ender, Heinrich Friedrich Füger, entre otros, nos trasladan a un ambiente romántico en el espacio idealizado de sus telas.

Hay tres obras en la colección que han pasado a ocupar un lugar destacado en mis preferencias. El primero es el óleo de la esposa del regente Alois I, Karolina, pintado por Elisabeth Vigée-Lebrun. La princesa está representada en el aire como la diosa Iris con un chal amarillo flotando a sus espaldas y los pies descalzos. Este detalle fue motivo de escándalo entre muchos miembros de su corte; para dar la idea de que había sido una pérdida involuntaria se colocaron unos zapatos de baile debajo del cuadro. Los otros dos corresponden al pintor austriaco Friedrich von Amerling. Un retrato del pequeño príncipe Johann II de Liechtenstein, a caballo; el lujo desmesurado del marco no le quita alegría al niño, que expresa en su actitud todo el placer que tiene montando. Por último un precioso óleo de la princesa Marie Franciska, de dos años de edad y hermana de Johann, dormida y con sonrosadas mejillas, y abrazada a su muñeco. Hay ternura en este cuadro, uno de los más pequeños de la colección y también uno de los más bonitos. Friedrich von Amerling tenía una maravillosa técnica y un buen ojo para los detalles. Con esta obra da muestra de su maestría artística.

El estilo Biedermeier se extiende a todas las corrientes artísticas, también muebles, orfebrería, arquitectura y literatura. Tuvo sus origenes en Alemania y Austria y floreció en el periodo entre 1815 y 1840. Este género se convirtió en el favorito de una sociedad selecta, destacando por realzar los valores familiares en escenas burguesas, y tenía como temas preferentes retratos entrañables de niños, paisajes y naturaleza muerta. Resalta lo bello y el atractivo de sus formas naturales. Característico de este estilo es el naturalismo; todo se parece a la realidad, en la decoración de interiores, muebles con formas ligeramente curvadas, brillantes y lisos, flores en ramos pequeños y compactos, cortinas floreadas. Los vestidos femeninos con ajustados talles, faldas amplias y largas que dejaban el pie libre, medias blancas. Para los caballeros el pantalón largo, frac, chaleco, corbata y sombrero de copa alta.

La colección que presenta el museo, fue comenzada por Franz Josef I (1726-1781) y creció de forma notable durante la regencia de su hijo, que fue ampliándola con piezas de arte contemporáneo, hasta convertirla en una de las mejores de Europa. El conocimiento del arte y el buen gusto en la elección de las obras lo ha hecho posible.

No quiero dejar el museo sin pasar a ver una pintura que desde hace poco tiempo se sabe con seguridad que es una obra de Vincent van Gogh. Fue comprada en 1975 por el fundador del museo y llevaba quince años sin ver la luz. Esta tela, de 55x36 centímetros, Le Blute-fin, está realizada en el otoño de 1886 en París y representa un molino en la parte más alta de Montmartre. Van Gogh ya se había distanciado del oscuro en sus obras, que anteriormente había pintado en Holanda. Esta tela tiene un cierto aire impresionista con trazos sencillos y rápidos y están representadas muchas más figuras -en un ambiente relajado de un bonito día de otoño- de las que Vincent solía pintar en sus cuadros.


La colección estuvo expuesta hasta el 8 de mayo próximo en el museo De Fundatie, en Zwolle (Los Países Bajos), el molino de Van Gogh estará hasta el 4 de julio.

Publicado en Alenarte

jueves, 12 de mayo de 2011

Pasiones



(De nuevo en casa empiezo a contar los días para volver. La nostalgia me acompañará hata la próxima visita.  Abril ha sido caprichoso haciendo gala a su caracter y las lluvias deslucieron la semana de Pasión)


Cuesta retomar el lenguaje de esta tierra mía y duele la memoria del constante desafio del tiempo con las imágenes de antes, pero me gusta volver en esta época del año con el azahar en el aire, los claveles reventados, el romero y la cera por las calles. Encuentro el espacio y los paisajes cambiados y ya no puedo alcanzarlos con la rapidez acostumbrada. Sin embargo, también en esta ocasión he acudido a la cita de siempre atraída por esa identidad religiosa que la ciudad manifiesta sin caer en la rutina, por el esfuerzo de su gente apresurada y por la devoción exaltada entre un cierto desorden que he vivido en las noches de esta Semana Santa. Una semana en la que nos desdoblamos en dos: expectadores y actores de una historia escrita y que se sigue escribiendo. Siete días de aplausos y lágrimas, de palios y bambalinas, símbolos y rituales que hacen sentir La Pasión de una manera propia y especial pero no menos intensa, exaltada, exigente. Lo descubres en los cofrades, en los que llevan los tronos, en los ojos de los nazarenos, en la espera repetida de las imágenes. Desfilan con pasos concertados con la tradicción de una cadencia rítmica, y siempre el redoble del tambor, la campanilla, la candelaria encendida, y el valor de los que suben todo el peso en sus hombros, en un alarde de fidelidad compartida hasta llegar con ellas en sus casas de hermandad, donde sólo les queda esperar hasta la próxima Semana Santa para salir. Una semana, siete noches para La Pasión del sur.

Y yo volveré y me veré obligada a vivir otra clase de pasión que ha ido conjugando desde siempre mi identidad con la misma exaltación que tuvieron los desfiles. Una pasión que fija límites en el órden establecido de las cosas, que desafía voluntades, que levanta la voz para imponer sus condiciones sin querer asumir el tiempo que le queda, y que también nos obliga a marchar con pasos y por sitios concertados. Pero volveré a esta tierra y mi memoria se hará audaz enfrentándose a las imágenes de entonces. Volveré y seguiré hablando, con un lenguaje sin hostilidad, de mis propias emociones. No habrá fidelidad, pero quizas así pueda enfrentarme y vencer los tiempos imperativos que restan.

sábado, 9 de abril de 2011

En Málaga


Guillermo Gómez Gil

La fuente de Reding, Málaga

En el Museo CarmenThyssen, Málaga

miércoles, 6 de abril de 2011

La Rusia desconocida


Vasili Vereshchagin

Publicado en http://alenarterevista.net/

El orientalismo pictórico 1850-1920

En el museo de Groningen (Los Países Bajos) hasta el 8 de mayo 2011


Siempre ha existido una gran fascinación por el mundo oriental, que fue considerado un lugar de aventuras, un paraíso exótico y sensual de jeques, sultanes y odaliscas, de palacios y fuentes, de bazares y toda clase de perfumes y especias. Era el terreno desconocido que los relatos de las Mil y una Noches hacían vislumbrar. Las primeras fuentes sobre Oriente las tenemos en los escritos de misioneros y comerciantes que ya en el siglo XVI viajaron hasta allí, aunque fue en el siglo XIX con Napoleón y su campaña en Egipto, la guerra de la dependencia de Grecia, la guerra de Crimea y la apertura del canal de Suez, cuando este tema empieza a estar más documentado. El interés de entonces genera una corriente activa que se le conoce con el nombre de orientalismo y que se extendió al mundo de las artes y de las letras.

Con el orientalismo se demuestra una manera de pensar. En Europa contribuía a ello su condición de vecinos y ser zona de colonias. También Rusia conocía el orientalismo, la atracción de territorios insólitos, pero en su caso, los rusos, ya tenían su propio Oriente. Como país euroasiático, el Este ha formado siempre parte de su cultura, siendo una zona de interés en su política militar. Es evidente que la historia y la cultura de este país está unida a la de sus vecinos del sur. Dos son las fuentes para el orientalismo ruso; las tradicionales escuelas científicas de los pueblos orientales, que estaban afincadas en Rusia y por supuesto el orientalismo europeo. También viajaron muchos artistas rusos a Palestina, Marruecos y Egipto; la mayoría a zonas alrededor del Caúcaso, y a regiones misteriosas como Uzbekistán Turkmenistán, Kirguizistán, entre otras. Este contacto fue la base de inspiración de magníficas obras.

Intentando descubrir la existencia de este orientalismo ruso visité el museo de Groningen. Es un edificio de arquitectura moderna, diseñado y construído por el arquitecto italiano Alessandro Mendini en 1994. Después de unos ocho meses de reforma ha abierto de nuevo sus puertas con la exposición La Rusia desconocida, arte pictórico orientalista 1850-1920.

Con ella podemos conocer el lazo histórico de Rusia con sus vecinos Uzbekistán, Georgia, Armenia y Crimea, marcado por la atracción que ejercían las tradiciones orientales. La exposición está formada por más de cien obras y variados temas, alegorias, impresiones de viaje, escenas de guerra, la vida diaria en la Rusia oriental y el bíblico Oriente. Esta influencia también atravesó diferentes fases, en las que las circunstancias sociales jugaban un papel; las relaciones políticas, los debates geográficos o los sentimientos étnicos o nacionalistas.

Uzbekistán fue una fuente de inspiración para los pintores rusos del siglo XIX. Vasili Vereshchagin viajó con el ejército en expediciones al sur. Como un fotógrafo de guerra, pintaba tanto la despiadada realidad como la riqueza de las culturas orientales. De él es la mayor colección de obras que se ha visto fuera de Rusia. Una de mis favoritas es Mullah Rahim y Mullah Kerim discutiendo camino del bazar. Mullah es el nombre que reciben los teólogos islámicos que conocen bien el Corán. Los dos hombres, a los que vemos cabalgando y de espaldas, dan la sensación de estar ensarzados en una agitada conversación. La pintura tiene una gran expresividad y movimiento, verdaderamente una preciosidad de trabajo. Otro de los pintores es Martiros Sarian (1880-1972) que resaltó en sus obras importantes detalles de la cultura de Armenia. Son cuadros con un carácter diferente basado en colores brillantes. Una pequeña acuarela, Amor. Un cuento; una pareja se une en un beso en lo que parece durar una eternidad. Lo ingrávido y ligero de las figuras, los trazos suaves, le dan un acento lírico y casi musical a la pintura. Esta acuarela forma parte de la serie Cuentos y sueños, que tuvo su origen en el período simbólico del artista, que considera el mundo circundante como un cuento y la misma vida como un bonito sueño. En sus acuarelas surge un encantador cuento oriental en una realidad paralela al verdadero mundo. Hasta el día de hoy es el artista armenio más conocido.

Un tema más en la exposición son las escenas del Oriente bíblico. Éstas toman forma en la obra artística de Vasili Polonov, que hizo largos viajes a Palestina en busca del país prometido. Con su lienzo El mar de Galilea (Tiberíades), trata de encontrar su estabilidad emocional después de un trágico periódo por la pérdida de su hijo mayor. En el bello y pacífico paisaje y en la armonía de los colores está encerrada la esperanza.

La relación entre el dominio ruso y la sumisión del Oriente debe ser entendida en el ámbito cultural, social y político de aquella época. En el tiempo de la pujante llegada del orientalismo a Rusia está central la confrontación con el pasado y la construcción del futuro. Nada mejor para observar este encuentro entre las dos culturas que acercarse a la gigantesca obra de Jevgeni Lansere de siete metros de largo, que ha sido especialmente restaurada para esta ocasión y expuesta por primera vez desde los años treinta del siglo pasado. En principio era un proyecto para decorar la estación de Kazán en Moscú, pero el comienzo de la II Guerra Mundial anuló los planes. La obra lleva por nombre Los pueblos de Rusia o Rusia unifica los pueblos de Europa y Asia. A la izquierda del panel, Rusia; a su lado un erudito con un libro en las manos. A la derecha la exótica figura de Asia representada por una mujer. Entre ellos campesinos y trabajadores en variados atuendos. Es el puente simbólico entre lo antiguo y lo nuevo, norte y sur. Lansere, que viajó también por el Caúcaso, Crimea y Central Asia, realizó importantes experimentos pictóricos por medio de la perspectiva. El autor sacó inspiración de los enormes frescos de Giovanni Battista Tiepolo, La alegoría de los cuatro continentes.

Después de casi tres horas dejo el museo y me entrego al frío gris de las calles. El viento es traicionero y se cuela entre los pliegues del abrigo, pero yo aún estoy bajo el encanto de la luz de unas imágenes cálidas que me han llevado de nuevo al país de los mil y un cuentos. He visto mezquitas, escuelas del Corán como la de Samarkand, esclavas, contadores de cuentos, decorados, palacios, ricos y lujosos vestidos, bailarinas y gentes de oficio, pero también me he visto enfrentada al cinismo y a la crueldad en Apoteosis de una guerra de Vasili Vereshchagin. En un paisaje seco con árboles que ya no tienen vida, cuervos y una ciudad medio en ruinas, crece una pirámide hecha de cráneos de los soldados que perdieron la vida; muerte, desvastación, destrozo. Seducción y contradiciones.


Publicado en número de marzo en http://alenarterevista.net/

miércoles, 30 de marzo de 2011

Simplemente un juego




Dominan los números al blanco,
se hacen multitud,
se enfrentan en paralelos
sosteniendo un pulso con la suerte.
No hay nada fortuito,
es el golpe de voz lo que derriba las defensas
en el ritual de la jugada.

jueves, 24 de marzo de 2011



Narcissus

Desafía en el reflejo del aire su amarilla perfección
hasta perderse en el empeño:
al igual que al héroe, le sorprende la muerte
en una temprana primavera

martes, 22 de marzo de 2011


Oscar Agustín Schultz Solari (Xul Solar)


Vuelo hacia lo irreal de mis sueños
entre los pliegues del aire,
en ese infinito irrealizable que son nuestros
deseos, y donde el futuro se balancea en el horizonte
que –inalterable – aprisiona la línea de mi destino.

jueves, 17 de marzo de 2011

Amanece desesperadamente siempre


Van Ruysdael, Holanda 1600-1670




Amanece,
y la luz traiciona la arquitectura de los días
con nombres que conjugan nuestro hacer
entre requiebros de un presente roto
y el desorden hecho rutina lenta
en ociosa y trasmutada confusión.
Amanece
al abrigo del límite y la cautela,
palabras que no levantan el vuelo
para retener lo que ya es olvido:
cada mañana huímos de esas auroras que se miran en la derrota de nuestras pupilas, para sobrevivir lo agónico del silencio y recuperar el optimismo disperso y sin voluntad. Cada mañana nos ponemos las máscaras oxidadas de prejuicios y, sedientos de pasiones y melodías, buscamos iconos que nos sean fieles con sus ofrendas de incienso y oro, y que no nos abandonen nunca y jamás. Gota a gota probamos el amargo licor de la discordia, con el riesgo de vernos despedidos de las delicias que nos prometía nuestro jardín. Libramos batallas frágiles que no nos deparan victorias, y tenemos miedo, pero estamos dispuestos a enfrentarnos a todas las auroras locas, todas esas mañanas repetidas de niebla, que esperan agazapadas en la sinrazón: una alborada agridulce de sueños que no se cumplirán...


Amanece desesperadamente siempre

martes, 8 de marzo de 2011

El libro de horas


Robert James Gordon



Cómo recorre su camino etéreo
el gesto cómplice,
la imagen en retorno,
el llanto tenue de la hiedra
que envidia el cálido acento de la memoria en rosa.
Cómo se inclina ante las páginas huérfanas
enfrentando la palabra a fuentes insondables,
la voz decayente y la tinta estéril
sin tránsito a paisajes ni mañanas.
Cómo oculta el miedo a las frases dispuestas a partir,
a ese eco apresurado y de dificil interpretación
que aborta en el papel todas las letras sin futuro …
Cómo se desnuda del lastre del espacio y de un otoño de esclavitud
cuando busca verbos y un alfabeto por conquistar
para escribir historias vírgenes y sin sujeto en el libro de horas de su vida.

domingo, 27 de febrero de 2011

Rasgos de identidad; Las chicas de Metsu







El arte y los pintores con sus obras se convierten en los mejores embajadores de la historia de un país. Sus obras revelan tiempo y estilo, costumbres y tradiciones que nos dan a conocer los rasgos de identidad de lo que retratan. Así Velázquez nos muestra imágenes de los más variados personajes de una España sumergida en el barroco y en el esplendor de lo artístico. Con Goya vemos un país que se acerca al romanticismo, invadido por los franceses y sufriendo los desastres de una guerra. El arte de entonces es fuente de referencia histórica de nuestro pasado y ayuda a comprender el presente.

Johannes Vermeer es uno de los artistas holandeses que más ha mostrado de la historia y de la gente de Los Países Bajos. Paseando por las calles de Delft me parece estar ante uno de sus óleos, Vista de Delft. Casas, tejados, luces, reflejos en el agua, todo sigue formando parte de su pintura. En realidad todos los pintores del Siglo de Oro holandés han dejado una gran variedad de preciosas escenas de la Holanda de aquella época. Nuestra imaginación puede encontrar muy fácil su camino entre imágenes e interiores de la vida doméstica.

También la mayoría de las obras de Gabriël Metsu tiene como tema central la vida diaria en las más diferentes facetas del tiempo en que vivió. Una muestra de treinta y cinco de sus pinturas, procedentes de museos internacionales y colecciones privadas, estará expuesta hasta el próximo marzo en el Rijksmuseum en Amsterdam. Su trabajo se destaca por la sensibilidad y armonía en los colores y lo preciso de los detalles. Metsu nació en Leiden en 1629 y murió con apenas 37 años. A pesar de su corta vida dejó una importante colección de obras, de las que son conocidas unas ciento treinta.

Gabriël Metsu observa muy de cerca el trabajo de sus contemporáneos como Gerard ter Borch, Jan Steen, Pieter de Hooch, Vermeer, entre otros. Se puede decir que existía inspiración, influencia y un aprecio mutuo. Sin embargo, a pesar de las semejanzas que podemos apreciar con las obras de estos pintores, (Mujer leyendo una carta de Metsu y La carta de Vermeer) hay también marcadas diferencias en la técnica y el estilo. Frente a los interiores plácidos de Vermeer, están las estimulantes imágenes ricas en color y contrastes. Es interesante resaltar su perfeccionismo, y la variedad de los temas que cubren todas las clases sociales.

Cada uno de los cuadros de Metsu es una puesta en escena del acontecer diario en los Países Bajos del siglo XVII. Las composiciones van desde representaciones al aire libre en mercados y calles hasta el interior de casas y palacios. Vemos a jóvenes y ancianos, vendedores ambulantes, taberneros y sirvientas, pobres y necesitados; caballeros, señoras envueltas en terciopelos y sedas, damas que reciben visitas, tapices, cortinas, suelos de mármol, cuadros, instrumentos musicales, detalles que destacan una clase adinerada. Mientras en otros países se introducía el dramatismo religioso en el arte, los holandeses mantenían la sensatez o querían dar muestras de ello.

El conservador del Rijksmuseum, Adriaan Waiboer, dice sentirse enamorado de las chicas de Metsu y estar orgulloso de la exposición (1). Ha conseguido para el museo todas las obras que él quería mostrar. Desde todas partes ha traído cuadros: del palacio de la reina de Inglaterra, de salones, y cocinas y de los cuartos de baño de ricos coleccionistas de arte. Y ésto es ya una misión casi imposible. Todos los propietarios de cuadros tienen una relación especial con cada una de las piezas de su colección, a la que miran cada día y de la que no pueden separarse sin más. Se necesita bastante diplomacia en el trato con estos coleccionistas, y Waiboer ha dado buena muestra de ello.

La exposición ha descubierto a Gabriël Metsu como una persona con talento, con una obra variada y abierta a la influencia de otros artistas. Aunque empezó pintando temas religiosos y algunos bodegones y naturaleza muerta, en sus cuadros tienen un lugar preferente lo anecdótico y romántico de la vida; una jóven leyendo una carta, un mercado, una mujer vendiendo crepes, otra en la cocina, una pareja dedicada a la música, otra pareja desayunando, y tantas otras escenas que también hoy día pueden repetirse. Pero hay un cuadro con un carácter especial: un niño -o niña- enfermo en el regazo de su madre. Nos sorprende la composición, el uso de los colores rojo, azul, grises, marrones y toques de blanco en contraste con la palidez y apatía en el rostro del niño. El óleo nos muestra el amor y la preocupación de una madre ante la enfermedad de su hijo, aunque quizás el artista ha querido que mirásemos más allá de lo que está pintado; en la composición de las imágenes -la actitud de la madre, su mirada hacia el hijo, la manera que lo sostiene- podemos pensar que el pintor nos muestra una Piedad, la madre María con Jesús en sus brazos.

Durante el siglo pasado el nombre de Gabriël Metsu quedó en cierto modo olvidado a la sombra de Rembrandt, Hals o Vermeer. De ahí que sea tan importante esta exposición que ofrece el museo para que de nuevo su nombre y su obra vuelvan a tener el reconocimiento que se merecen.

Hasta el 21 de marzo próximo en el Rijksmuseum en Amsterdam.

 
Publicado en el mes de febrero en:
http://alenarterevista.net/

lunes, 14 de febrero de 2011

El grito


Edvard Munch



Me precipito en la nada,
un paso más allá de las márgenes inertes,
perdida la razón en la soledad indómita de mi piel
donde aparece herido grave el equilibrio
y se hace pedazos el cristal blanco de mis repetidas auroras.
Hay algo más en este abismo desorbitado y áspero
que se enrosca con prisas en mi sangre,
algo más que disfraza de pasiones la implícita demencia,
devenir que descubre el aire terco y árido
de tantas tardes derrotadas,
de tanto fiero y crecido desvarío,
silencio que encharca el corazón y lo proscribe,
imágenes que anegan mis iris de tristezas.
Más tarde intentaré, aterida, despertar el fuego
hasta dejarme arrasar por las silenciadas voces.

jueves, 3 de febrero de 2011

A la carta



Visita al Noordbrabants Museum en Den Bosch. (Los Países Bajos)



Hemos dejado atrás la Navidad, la vorágine de las compras, las uvas y el champán, y con el Roscón de Reyes ponemos fin a un período de fiestas y tradiciones, belenes, villancicos, visitas y regalos. Tampoco debemos olvidar el tiempo que hemos dedicado a comer y a todo el estrés y el trabajo en la cocina. Sin embargo, quizás esto último no sea exclusivo de la Navidad, sino algo que exige nuestra atención con la misma intensidad durante el resto del año; y es que, aunque el comer sea un placer y un medio de afianzar nuestros contactos sociales, nos alimentamos para mantenernos en vida.

La comida -y todo lo relacionado con los alimentos- ha sido durante siglos objeto de deseo en la obra de muchos artistas. El bodegón o naturaleza muerta tiene sus orígenes en la antigüedad. En el interior de las tumbas del antiguo Egipto se han encontrado objetos relacionados con la comida y la vida doméstica que deberían acompañar a los muertos en su viaje al más allá. Aunque en un principio, el bodegón, fue considerado un arte menor, se hizo muy popular a partir del siglo XVII. Luis Meléndez y Francisco de Zurbarán fueron maestros en este género en España.

También en Los Países Bajos el bodegón -que recibió su propio nombre, stilleven, naturaleza tranquila- se destacó en especial por el estilo con que los artistas reflejaban la superficie de un objeto, combinando materiales y texturas hasta alcanzar un perfecto realismo en sus composiciones. Especialista en este género, al que se dedicó casi exclusivamente, fue Willem Claesz Heda (Haarlem, 1594). Muestra de su trabajo es el óleo Naturaleza muerta con pieles doradas.

Esta combinación de la comida y el arte se encuentra estos días en el Noordbrabants Museum en Den Bosch en la provicia de Brabante del Norte en Holanda: bacanales, piezas de caza, escenas bíblicas, objetos de adorno y retratos. La exposición A la C’Arte, el arte de la comida es un viaje de descubrimiento culinario de la mano de artistas como Frans Snijders, Pyke Koch, David Teniers, Josef Israels, entre otros, y a través de tres temas que unen el comer y el arte: ingredientes, comidas y símbolos. Al mismo tiempo, cocineros con estrellas muestran en textos e imágenes como preparan fantásticos y deliciosos platos inspirados por los cuadros que cuelgan en los muros del museo, una humeante bandeja de pata de ciervo, liebre y tórtola asada, nabos, arenques, jugosas cerezas. Sin lugar a dudas no faltaba comida en el Siglo de Oro holandés.

Los bodegones -stillevens- en el museo dan a conocer lo abundante de las comidas y los variados ingredientes a través de los tiempos. Puesto de fruta y verduras en el mercado de Jan-Baptiste de Saive (1597) es un ejemplo de esa abundancia de productos. En el pasado eran las comidas celebradas con familiares o amigos el momento más adecuado para mostrar a los demás quién eras y tu posición en la sociedad. La familia sentada a la mesa -óleo de la Escuela holandesa (aprox. 1610) y de autor desconocido- hace una buena demostración de ello: rica y lujosa vestimenta y sobre el mantel los más suculentos platos; la bebida tampoco falta. En los cuadros del siglo XVII se ostentaba de una manera detallada con platos llenos de exóticos ingredientes, en un ambiente exclusivo, con una brillante cubertería de plata, limpios manteles y el impecable vestir de los compañeros de mesa. Es el idioma simbólico que nos da a conocer orígenes, identidad y clases sociales de las imágenes representadas.

Del siglo XIX es El almuerzo de Henri de Braekeleer; estilo aún sensible a los elementos del entorno y las tradiciones. Pero en el arte moderno hay una mayoría que se inclina más por la experiencia individual y el tratamiento de los alimentos en sí. Holger Niehaus, fotógrafo alemán, registra con su cámara los detalles para proyectar la naturaleza muerta en una personal composición. Hoy día todo lo relacionado con los productos de alimentación -y objetos de uso diario- se integran en el proceso de creación artística en sugestivas imágenes. Marcel Duchamp -quizás el primero en este género artístico- y Salvador Dalí hicieron uso de esta estrategia.

Navidad quedó atrás y con ella los excesos en turrones y demás seductores de las papilas gustativas. Nunca como en este período del año nos entregamos al consumo y al goce de la comida. Un hecho que va desde una celebración íntima hasta un compromiso de empresa o de amigos, desde una reunión familiar hasta un acontecimiento social. El comer presentado como costumbre y tradición, más que una necesidad física. Sin embargo, nada ha impedido dejarme seducir por el lenguaje culinario de los artistas presentes en la exposición: fruta, verdura, caza, aves, pescados, mariscos, pasteles, dulces y bebidas espirituosas, en un maridaje sugestivo de imágenes y espacios. Así a través de sus pinceles he presenciado las costumbres y el trabajo en la cocina, he asistido a fiestas y banquetes y he conocido las reglas y la etiqueta en la mesa; vajillas y cristal acompañan con su presencia el menú de estos artistas. La comida y el comer, todo transformado en objeto creativo.

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jueves, 20 de enero de 2011

La fuerza del dolor


Ramón Casas i Carbó 1866-1932



La fuerza del dolor
es una fiera adormecida
que espera el amanecer de los sentidos,
furia y fuego,
mitos nacidos en la cuna del deseo,
eterno enigma del desorden y el despojo,
el principio y el fin de soñadas preferencias.

Sombra y luz
-el ahora o nunca-
que germina heridas impredecibles,
la pasión
deshojando propuestas sin engaños.
Nada conmueve tanto,
nada apremia más el reloj
como un tiempo desbocado y sin leyes,
y es el temor,
el miedo a conocer esa verdad,
donde empieza la destrucción y lo frágil de la vida

 




lunes, 10 de enero de 2011

Meditaciones sobre el poema


Dante en el exilio



Oscila el silencio
entre el origen de las cosas
y la fuente de sus propias exigencias.
Inédita golpea la palabra
-se modifica-
desde un rescoldo de acentos marginados
que balbucean el párrafo infinito,
las alineas,
en un zig-zag mudo que provoca
el paso más allá fuera del tiempo.
El estilo en entrega y conjugaciones,
necesaria la magia del diálogo,
el sortilegio,
la imagen enhebrada al lenguaje transeúnte.
El verso cobra vida,
vida y sueño como una misma cosa,
un recoldo de luces
en las ascuas de la pasión
y lo más íntimo del rito fecundo.
Semilla para un poema de nuevo vulnerable.

sábado, 1 de enero de 2011

A punto de nacer


A punto de nacer,
en las manos del hombre está tu dual destino:
fulgurante crisálida
entregada a los caprichos indómitos del aire,
divino iniciador, inaplacable aliento,
tu roce es dolor, purificación que impone
más allá de la propia muerte.
Eres luz hasta que te hacen fuego.