Francis Millet

Francis Millet

jueves, 3 de febrero de 2011

A la carta



Visita al Noordbrabants Museum en Den Bosch. (Los Países Bajos)



Hemos dejado atrás la Navidad, la vorágine de las compras, las uvas y el champán, y con el Roscón de Reyes ponemos fin a un período de fiestas y tradiciones, belenes, villancicos, visitas y regalos. Tampoco debemos olvidar el tiempo que hemos dedicado a comer y a todo el estrés y el trabajo en la cocina. Sin embargo, quizás esto último no sea exclusivo de la Navidad, sino algo que exige nuestra atención con la misma intensidad durante el resto del año; y es que, aunque el comer sea un placer y un medio de afianzar nuestros contactos sociales, nos alimentamos para mantenernos en vida.

La comida -y todo lo relacionado con los alimentos- ha sido durante siglos objeto de deseo en la obra de muchos artistas. El bodegón o naturaleza muerta tiene sus orígenes en la antigüedad. En el interior de las tumbas del antiguo Egipto se han encontrado objetos relacionados con la comida y la vida doméstica que deberían acompañar a los muertos en su viaje al más allá. Aunque en un principio, el bodegón, fue considerado un arte menor, se hizo muy popular a partir del siglo XVII. Luis Meléndez y Francisco de Zurbarán fueron maestros en este género en España.

También en Los Países Bajos el bodegón -que recibió su propio nombre, stilleven, naturaleza tranquila- se destacó en especial por el estilo con que los artistas reflejaban la superficie de un objeto, combinando materiales y texturas hasta alcanzar un perfecto realismo en sus composiciones. Especialista en este género, al que se dedicó casi exclusivamente, fue Willem Claesz Heda (Haarlem, 1594). Muestra de su trabajo es el óleo Naturaleza muerta con pieles doradas.

Esta combinación de la comida y el arte se encuentra estos días en el Noordbrabants Museum en Den Bosch en la provicia de Brabante del Norte en Holanda: bacanales, piezas de caza, escenas bíblicas, objetos de adorno y retratos. La exposición A la C’Arte, el arte de la comida es un viaje de descubrimiento culinario de la mano de artistas como Frans Snijders, Pyke Koch, David Teniers, Josef Israels, entre otros, y a través de tres temas que unen el comer y el arte: ingredientes, comidas y símbolos. Al mismo tiempo, cocineros con estrellas muestran en textos e imágenes como preparan fantásticos y deliciosos platos inspirados por los cuadros que cuelgan en los muros del museo, una humeante bandeja de pata de ciervo, liebre y tórtola asada, nabos, arenques, jugosas cerezas. Sin lugar a dudas no faltaba comida en el Siglo de Oro holandés.

Los bodegones -stillevens- en el museo dan a conocer lo abundante de las comidas y los variados ingredientes a través de los tiempos. Puesto de fruta y verduras en el mercado de Jan-Baptiste de Saive (1597) es un ejemplo de esa abundancia de productos. En el pasado eran las comidas celebradas con familiares o amigos el momento más adecuado para mostrar a los demás quién eras y tu posición en la sociedad. La familia sentada a la mesa -óleo de la Escuela holandesa (aprox. 1610) y de autor desconocido- hace una buena demostración de ello: rica y lujosa vestimenta y sobre el mantel los más suculentos platos; la bebida tampoco falta. En los cuadros del siglo XVII se ostentaba de una manera detallada con platos llenos de exóticos ingredientes, en un ambiente exclusivo, con una brillante cubertería de plata, limpios manteles y el impecable vestir de los compañeros de mesa. Es el idioma simbólico que nos da a conocer orígenes, identidad y clases sociales de las imágenes representadas.

Del siglo XIX es El almuerzo de Henri de Braekeleer; estilo aún sensible a los elementos del entorno y las tradiciones. Pero en el arte moderno hay una mayoría que se inclina más por la experiencia individual y el tratamiento de los alimentos en sí. Holger Niehaus, fotógrafo alemán, registra con su cámara los detalles para proyectar la naturaleza muerta en una personal composición. Hoy día todo lo relacionado con los productos de alimentación -y objetos de uso diario- se integran en el proceso de creación artística en sugestivas imágenes. Marcel Duchamp -quizás el primero en este género artístico- y Salvador Dalí hicieron uso de esta estrategia.

Navidad quedó atrás y con ella los excesos en turrones y demás seductores de las papilas gustativas. Nunca como en este período del año nos entregamos al consumo y al goce de la comida. Un hecho que va desde una celebración íntima hasta un compromiso de empresa o de amigos, desde una reunión familiar hasta un acontecimiento social. El comer presentado como costumbre y tradición, más que una necesidad física. Sin embargo, nada ha impedido dejarme seducir por el lenguaje culinario de los artistas presentes en la exposición: fruta, verdura, caza, aves, pescados, mariscos, pasteles, dulces y bebidas espirituosas, en un maridaje sugestivo de imágenes y espacios. Así a través de sus pinceles he presenciado las costumbres y el trabajo en la cocina, he asistido a fiestas y banquetes y he conocido las reglas y la etiqueta en la mesa; vajillas y cristal acompañan con su presencia el menú de estos artistas. La comida y el comer, todo transformado en objeto creativo.

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5 comentarios:

Narci M. Ventanas dijo...

Sin duda la comida y la cocina son todo un arte, y cómo tal no podía menos de estar ligada a otras artes, especialmente la pintura.

Me ha gustado este ensayo, además de estar muy bien escrito, es ameno e instructivo.

Basos

Syr dijo...

Los bodegones son el verdadero arquetipo. La severidad de los elementos compositivos y la verdad de lo representado, así como su atmófsera espiritual en la que aparecen inmersos, los convierten en humildes instantáneas de la vida cotidiana. Críticos especializados han querido ver en ellos la preocupación metafísica de los neopitagóricos, y más acertadamente, el acercamiento trascendente a la realidad cotidiana.

Bon profit. Salud y románico

desdelaterraza-viajaralahistoria dijo...

Un magnífico artículo que combina perfectamente el arte pictórico con el de Brillat Savarin. Un saludo.

fgiucich dijo...

Excelente y nutritivo texto. Abrazos.

Diana de Méridor dijo...

Preciosa visita, madame, incluso para mí, que no soy glotona. Pero esto hace cierto hasta qué punto la comida entra por la vista.

Feliz domingo

Bisous