Francis Millet

Francis Millet

jueves, 12 de mayo de 2011

Pasiones



(De nuevo en casa empiezo a contar los días para volver. La nostalgia me acompañará hata la próxima visita.  Abril ha sido caprichoso haciendo gala a su caracter y las lluvias deslucieron la semana de Pasión)


Cuesta retomar el lenguaje de esta tierra mía y duele la memoria del constante desafio del tiempo con las imágenes de antes, pero me gusta volver en esta época del año con el azahar en el aire, los claveles reventados, el romero y la cera por las calles. Encuentro el espacio y los paisajes cambiados y ya no puedo alcanzarlos con la rapidez acostumbrada. Sin embargo, también en esta ocasión he acudido a la cita de siempre atraída por esa identidad religiosa que la ciudad manifiesta sin caer en la rutina, por el esfuerzo de su gente apresurada y por la devoción exaltada entre un cierto desorden que he vivido en las noches de esta Semana Santa. Una semana en la que nos desdoblamos en dos: expectadores y actores de una historia escrita y que se sigue escribiendo. Siete días de aplausos y lágrimas, de palios y bambalinas, símbolos y rituales que hacen sentir La Pasión de una manera propia y especial pero no menos intensa, exaltada, exigente. Lo descubres en los cofrades, en los que llevan los tronos, en los ojos de los nazarenos, en la espera repetida de las imágenes. Desfilan con pasos concertados con la tradicción de una cadencia rítmica, y siempre el redoble del tambor, la campanilla, la candelaria encendida, y el valor de los que suben todo el peso en sus hombros, en un alarde de fidelidad compartida hasta llegar con ellas en sus casas de hermandad, donde sólo les queda esperar hasta la próxima Semana Santa para salir. Una semana, siete noches para La Pasión del sur.

Y yo volveré y me veré obligada a vivir otra clase de pasión que ha ido conjugando desde siempre mi identidad con la misma exaltación que tuvieron los desfiles. Una pasión que fija límites en el órden establecido de las cosas, que desafía voluntades, que levanta la voz para imponer sus condiciones sin querer asumir el tiempo que le queda, y que también nos obliga a marchar con pasos y por sitios concertados. Pero volveré a esta tierra y mi memoria se hará audaz enfrentándose a las imágenes de entonces. Volveré y seguiré hablando, con un lenguaje sin hostilidad, de mis propias emociones. No habrá fidelidad, pero quizas así pueda enfrentarme y vencer los tiempos imperativos que restan.

4 comentarios:

desdelaterraza-viajaralahistoria dijo...

Bueno, Pilar, un año pasa volando.
Un saludo.

Baruk dijo...

Hola Pilar

Me quedo con esa frase tuya, que define tan bien el sentimiento que nos invade al visitar ese trocito de planeta: la pasión del Sur

Bsos

fgiucich dijo...

Excelente texto. Abrazos.

ANTONIO CAMPILLO dijo...

Pilar, es imposible que escriba las mismas palabras que en su día hilvané. Se perdieron con la remodelación de blogger. A pesar de ello, trato de revivir esa primavera pasional que, en el sur de España, es la imagen de la belleza.
No es fácil detraerse de unas vivencias tan profundas como el olor a azahar y los tambores siniestros de la pasión, del fervor y la devoción, del lento caminar del horror representado.
Vivir la pasión en Málaga se clava en el espíritu con la fuerza de un largo y oxidado clavo. Se recuerda con la facilidad con la que se huele el perfume de una flor. Se añora con la asiduidad de los pensamientos.
Vuelve siempre que puedas, querida amiga, absorberás plenamente a tu tierra.
Un abrazo.