Francis Millet

Francis Millet

miércoles, 18 de marzo de 2009

El color, el arte plástico y la literatura



Tiempo de nacimientos, reyes, pastores, y artistas que van buscando en el portal de Belén el manto de la Virgen María.

El hecho de que incluso hoy día los niños reconozcan en las representaciones artísticas la imagen del nacimiento de Cristo, se debe en gran parte a la elementaria expresión dramática de la composición: un recién nacido en un pesebre, desnudo, la madre a un lado, el padre al otro, un asno y un buey. Este tema fue desarrollándose en el periódo entre 1300 y 1550 hasta una imagen más compleja, con escenas extravagantes de figuras vestidas sorprendentemente, estrellas brillantes y extrañas apariciones de fenómenos naturales. La fuente original, en el Evangelio de Lucas (2:6-19), sólo es un par de líneas: la llegada de José y María a Belén, el nacimiento (establo, pañales), anunciación a los pastores. En sí una parca historia que a lo largo de los siglos se ha ido agrandando con nuevos detalles, hasta que en el siglo XV alcanzó su punto más culminante. Así se entiende la relación en estas representaciones artísticas entre las artes plásticas y la literatura, en las que ambas suministraban por turno el material para la composición.

Hugo van der Goes (1440-1482) nos lo da a conocer de una manera maestral. Dos de sus trabajos más representativos de esta aportación conjunta entre la literatura y la imagen son el tríptico La adoración de los pastores -un encargo de Tomasso Portini, que actuaba en nombre de la familia Médici- y el panel Adoración de los reyes, conocido también como Altar Monforte, por haber estado durante años en un convento en Monforte de Lemos, España. El artista narra la historia de Belén con sus pinceles, y plasma toda una gama de tendencias, telas y figuras para crear una composición simbólica entre el espacio y las medidas, acentuada por el ambiente, la expresión -manos, rostros, gestos- y el uso de color.

El color es una sensación; en el arte es un medio de expresarse. Según Cézanne "un cuadro no representa nada más que colores. Lo único verdadero en la pintura son los colores". En algunas pinturas es así; el color como protagonista nos descubre el arte, nos hace ver "la luz", aunque igualmente sea la luz la que nos deje ver el color. En cualquier caso los maestros en el dominio del color son los pintores que -eso es cierto- nos transmiten sensaciones. Así, con Vasili Kandinsky entramos en el mundo de la magia, Paul Gauguin nos hace sentir una vida intensa y sensual, con Paul Klee nos hacemos adictos como muestran sus palabras: "el color me tiene en su poder, me posee".

Con el surgir del Renacimiento a finales del siglo catorce, la luz adquiere importancia y el color se hace más libre, apareciendo claroscuros y sombras que resaltan el volumen y las formas en el espacio y pliegues en los ropajes. En esto último los pintores medievales no dispusieron de mucha libertad para dedicar su creatividad al guardarropa de la Virgen María. Se tuvieron que limitar a algunos de los personajes del entorno, como reinas, matronas, y posibles donatores. La imagen de María ha sido representada desde la alta Edad Media con frecuencia con un manto azul. Este color simboliza el cielo, y se refiere al papel de la Virgen María como reina del cielo. Además de esto el pigmento azul-ultramarino era en aquel tiempo el colorante más caro que se podía conseguir, y por lo tanto el más adecuado para una "pieza de altar", para mayor gloria de la Madonna. Obras de Pieter Breugel (Adoración de los Reyes), Rogier van der Weyden (Nacimiento de Cristo), Jacob van Utrecht (Nacimiento), Jacques Daret (Nacimiento), tienen el azul en sus mantos.

Un azul que me atrajo definitivamente fue el del manto en el que se envuelve María en una tabla de un panel de cuatro piezas (Nacimiento, anónimo aprox. 1400), de las que dos se conservan en el Museo Mayer van den Bergh, en Amberes. María está tendida sobre una colcha de valioso brocado, y el azul del manto destaca con intensidad sobre el fondo dorado. Al fondo de la tabla, una engalanada matrona atiende al niño desnudo en el pesebre, mientras en la esquina izquierda de la pintura, José está ocupado en hacer vendas de una de sus medias para envolver al niño. María arropada en su manto azul le observa. Una composición píctorica en la que el azul, una de las seis sensaciones cromáticas de la visión humana, destaca lo controversial de lo representado: el acento poético que el pincel hace resaltar –elegancia- brocados, oros, color, ropa- frente a las circunstancias de necesidad en las que se encontraba en aquel momento la Sagrada Familia. El color hace de todo una poesía.


Fuente consultada, datos y fechas:
www.kunstschrift.nl/95/home/

3 comentarios:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

En la tratamiento del color tan excepcional de las pinturas flamencas en contraposición al tenebrismo español siempre me sorprendió, como si unos optaran por el color y otros por la luz.

Poco sé de Van der Goes, si acaso que vivió pocos años y tenía la impronta de los genios.

Te agradezco mucho la entrada, me recordaste cuando vivía frente al Museo del Prado y siendo un niño sin entender nada lo visitaba todas las tardes.

Gracias por el enlace, estaré pendiente de tus entradas.

SYR Malvís dijo...

Pienso que el propio concepto del color está ligado a un momento de la cultura. Frente a la concepción Davincianista de que eran inmutables, los impresionistas entendieron que dependían de la luz, de la percepción de cada uno y que actuaban como dimensiones básicas de la naturaleza.

Liberado el color azul de la prohibición eclesiástica para sus ministros ( no sabemos si por estar destinado a ser color de la realeza o por el origen de su obtención mediante mezcla del índigo con gran proporción de orina humana de alcohólicos por lo que fue prohibido en 1570 por el Vaticano), sería Eugéne Chevruel quien lo posibilitara de forma química. Y con ello, junto al rojo y amarillo, no sólo conformó los primarios, sino que posibilitó que artistas como Renoir concibieran la pintura como poesía, pues no en vano era partidario de tratar un tema por los tonos y no por el tema en sí.

Respecto al tono azul elegido para la túnica de la Virgen, creo que es un tema mucho más complicado. Habría que estudiar la evolución del simbolismo del rojo y su transición desde lo demoníaco y lascivo ( color de Seth, pelo de Judas, Magdalena y la mujer de Babilonia " madre de las prostitutas")hasta el de la Justicia medieval (puertas de templos y tribunales, túnica roja de Jesús como sol invicto y Juez Final)para poder entender que su elección, desde el punto de vista religioso y artístico, pudiera venir asociado a culturas ancestrales egipcias o hindúes

Anónimo dijo...

Nagnífico, trabajado y didáctico artículo el que nos ofreces. Verdadero canto al color en la pintura. Gracias por ofreéernoslo y compartirlo con todos nosotros.

Abrazos