Francis Millet

Francis Millet

jueves, 17 de marzo de 2011

Amanece desesperadamente siempre


Van Ruysdael, Holanda 1600-1670




Amanece,
y la luz traiciona la arquitectura de los días
con nombres que conjugan nuestro hacer
entre requiebros de un presente roto
y el desorden hecho rutina lenta
en ociosa y trasmutada confusión.
Amanece
al abrigo del límite y la cautela,
palabras que no levantan el vuelo
para retener lo que ya es olvido:
cada mañana huímos de esas auroras que se miran en la derrota de nuestras pupilas, para sobrevivir lo agónico del silencio y recuperar el optimismo disperso y sin voluntad. Cada mañana nos ponemos las máscaras oxidadas de prejuicios y, sedientos de pasiones y melodías, buscamos iconos que nos sean fieles con sus ofrendas de incienso y oro, y que no nos abandonen nunca y jamás. Gota a gota probamos el amargo licor de la discordia, con el riesgo de vernos despedidos de las delicias que nos prometía nuestro jardín. Libramos batallas frágiles que no nos deparan victorias, y tenemos miedo, pero estamos dispuestos a enfrentarnos a todas las auroras locas, todas esas mañanas repetidas de niebla, que esperan agazapadas en la sinrazón: una alborada agridulce de sueños que no se cumplirán...


Amanece desesperadamente siempre

2 comentarios:

ANTONIO CAMPILLO dijo...

Extraordinaria secuencia de la sinrazón necesaria y razonada de la vida cotidiana, Pilar.
He sentido esos amaneceres.
He notado la hiel de la discordia.
He visto pasar sueños incumplido.
He vivido.
Enhorabuena por saber trazar con perfectas pinceladas tus palabras.

Syr dijo...

Y sin embargo, y aun desesperadamente, siempre amanece. ¡ Que no es poco¡.

Salud y románico